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The Drones, con las gónadas por delante

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(Foto: Salomé Sagüillo, Madrid)

Con toda la razón Wait Long By The River And The Bodies Of Your Enemies Will Float By… fue escogido como uno de esos discos que marcaron emocionalmente a Ruta 66. The Drones facturaron allí un disco; corvo, bello, macilento, lleno de violencia de extrarradio, exaltado, inquietante y circunscrito, sin trucajes, al rock’n’roll como medio narrativo. Sí, ese género que ya descansa en museos, pero al que The Drones insuflan vida. Todavía no se han dado por enterados, claro, allí el blues empieza en AC/DC.

No fueron motivos tan racionales los que me llevaron a hacer el doblete Valencia-Alicante, acompañado de Monsieur Omega, mantengo su anonimato por el bien de ustedes no crean, todo un conocedor del mundo de los australianos, y bueno, del asunto antipódico que por aquí es cátedra obligatoria. A ambos nos han sido esquivos en directo The Drones desde que comenzamos a profesarles culto, y eso fue cuando The Miller’s Daughter – Bang records 2005- fue vitoreado como disco del mes en esta publicación, si no me falla la cocotera.

Una década entera ha cruzado mi relación íntima con The Drones, llenandola de ficticias conversaciones con su canciones o simposios mentales sobre las características de cada álbum, siempre con ellos al fondo del cuadro y sin darse por enterados. Ese es uno de los elementos habituales con los que convive el fan del pop. Otro elemento, los formatos físicos. La reciente reedición en vinilo de su tercer álbum la que ellos mismos vendían tras los conciertos, ahora mismo un cachondo la vende en discogs infructuosamente por 300 pavos. Ahora si que les jode haberse quedado en casa malditos materialistas acumuladores. Pues tal bagatela la dejamos para los pajeros que les guste observar, o como mucho, fantasean con gastarse la paga en un glory hole. Más sórdidos aun suelen ser los arcos argumentales que sustentan el arrobado éxtasis de los australianos.

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(Foto: Iván López)

La primera parada es en Valencia, y por lo menos llego pudiendo declamar “The Grey Leader”, que los muy cabrones no tocan. Allí, in situ, compruebo que Gareth Liddiard desmenuza las palabras, rumia amenazas veladas cargadas de alcohol y arrepentimiento, que toman mayor veracidad coronadas por ese mullet, ya saben, negocios por delante, fiesta por detrás, y acorralado por el suspense galvánico que desamarra Dan Luscombe.
Empiezan con “Baby”, y los pocos fans que allí nos congregamos coreamos moviendo la boca en modo muppet. Penoso, lo sé. The Drones perdonan nuestra escasa capacidad idiomática. Los teníamos delante absolviendonos por ello. En la primera cita no sonaron como al día siguiente en Alicante, allí los graves sonaron rotundos y definidos, cabalgando hacía el vórtice de la canción con las gónadas como caja resonancia. Son australianos y las gónadas allí son utilizadas para todo, incluso en nuestro particular panteón mental, les otorgamos capacidad de creación artística. Ese rollo, aunque virando más a escuela de arte para parados, como terapia de rehabilitación o para futuros indigentes fue el que planeo sobre el sonido de su repertorio en Valencia. En Valencia sonaron chirriantes, torvos y circunspectos, ahí se postularon para hacer la mejor interpretación de Rowland S. Howard, inflamando una base rítmica que fue puro Dave Alexander y Scott Asheton, sin el mito cegador. Fueron cayendo su nuevo single “Taman Shud”, “Minotaur”, Shark Fin Blues” “Laika” y “Nine Eyes”. Sacando a pasear el angst de la chusma austral, y no para ir de vacaciones a Indonesia precisamente.

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(Foto: Iván López)

Mismo Repertorio en ambas fechas, aunque desde diferentes ángulos. En Alicante le avisan a Monsieur Omega que le van a dar un sopapo cinético a lo de ayer. No tocaron “Bed Of Nails” de New Christs ni “Cortez The Killer” de Neil Young & Crazy Horse pero les aseguro que se materializaron allí mismo, acogotándose una tras otra, pasándose el relevo cuando Liddiard atizaba las cuerdas mientras sujetaba la palanca con sus manos curtidas, rudas, manos proletarias; mineras o textiles, manos australianas. Eso me gusta pensar, eso me meto en la cabeza, con esa dicción, ese fraseo arrastrando las silabas hasta masticarlas, romperlas y convertirlas en una papilla que sera vomitada después. Esa dicción de dipsómano apunto de ser echado a patadas del peor antro de una ciudad que ni tan siquiera conoce, de estar esgrimiendo un puño por encima de sus posibilidades reales de partir una crisma. Una dicción de autentico hijo de puta que va a morir por su mala cabeza, por ser un bocazas y no tener nada que le respalde. Tras dos días aun me voy borracho a casa pensando en subir a Madrid a verlos.
Texto: Iván López Navarro

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