Discomático

Clutch – Psychic Warfare

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Tras veintitrés años en la pelea el cuarteto de Maryland alcanzó su cima con Earth Rocker (2013). No me refiero a una cumbre creativa, en su carrera hay discos tan buenos como el citado, si no a su ver su nombre en lo alto de las listas de ventas norteamericanas y comprobar como se multiplicaban los tickets vendidos para asistir a sus conciertos en aforos cada vez más grandes. Merecida recompensa a una trayectoria coherente y honrada. A un trabajo bien hecho. Certificaron su madurez con una gira arrolladora, tuve la oportunidad de verlos un par de veces durante la misma en Berlín y Barcelona y ofrecieron dos conciertos magníficos, y plena de confianza en ese último trabajo. No en vano lo interpretaban del tirón de principio a fin sin dejarse ni un solo tema, algo que no suele ser muy habitual.

Conocen muy bien el terreno que pisan y saben manejar sus bazas con habilidad. Poseen un nivel técnico fuera de lo común, Neil Fallon exhibe chorro de voz así como personalidad y carisma en escena, Tim Slut tritura riffs con esa pinta de vecino apocado del quinto, Dan Maines es el prototipo de bajista hierático cuyas líneas de bajo son  fundamentales y Jean-Paul Gaster es uno de los mejores baterías en activo del negocio,  así como unos objetivos muy claros que desembocan en una seguridad aplastante.  Podrían haberse tirado a lo fácil y reproducir su exitoso predecesor, la inercia ganadora hubiera continuado pero son demasiado honestos consigo mismos y, sobre todo, con sus fans como para coger esa vía. Si bien no es cierto en parte, ya que sí  han calcado alguna cosa: el sonido general del disco, la producción. Si nos atenemos a ello y tiramos de primera escucha podrían estar grabados uno detrás de otro. Pero no va más allá esa comparación.

Psychic Warfare tiene carácter propio, de hecho es la banda la que lleva en su ADN esa personalidad tan clara y definida, y un puñado de composiciones que pasarán sin duda alguna a ser piezas de resistencia de su repertorio. Caso del tema de apertura, « X-Ray Visions», el groove de «A Quick Death in Texas», puñetazos al estómago marca de la casa como  «Sucker for the Witch», «Behold the Colossus», «Decapitation Blues»  o «Noble Savage» (con un gran solo de guitarra) salvaguardan el imprescindible cupo de electricidad desbocada y se agradece enormemente que sigan componiendo esos tiempos más reposados que tan bien les salen. La épica oscuridad de «Our Lady of Electric Light» perfectamente prologada por «Doom Saloon», breve pieza instrumental, y la intensidad in crescendo del hipnótico número de cierre, la estupenda «Son of Virginia».

Otro punto a su favor, mucho más transcendental de lo que parece es que van por faena, nunca se les va la mano ni se andan por las ramas. Ninguno de los temas llega a los cuatro minutos si exceptuamos «Son of Virginia» que excede por poco  los siete. Raramente se pierden en exhibiciones de virtuosismo ni en desarrollos y arreglos que no van a ninguna parte. Tienen la habilidad de sintetizar y ajustarse a lo que pide cada canción, virtud no muy común entre formaciones similares. Si pocas bandas pueden hacerles frente en directo a día de hoy este nuevo trabajo asienta la posición de privilegio que ostentan hoy en día. Que dure.

Manel Celeiro

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