Poco que escribir de este concierto en el sentido musical, todos sabréis, o deberíais saber, quien es Bob Margolin. Un tipo que puso su guitarra en la banda de Muddy Waters, después de estar en el grupo psicodélico Freeborne o en la Boston Blues Band, desde el 73 al 80 apareciendo en grabaciones históricas como el controvertido The Muddy Waters Woodstock Album o bien situado al lado de su jefe y de The Band en The Last Waltz. Ha colaborado con jefazos como Pinetop Perkins, Carey Bell o Willie Big Eyes Smith.
Así que pueden imaginar lo que fue el recital. Clase maestra de blues eléctrico vía Chicago. Con Bob manteniendo intacto el toque a los sesenta y seis años, sacando oro de las seis cuerdas y haciendo fácil lo difícil, que cada pequeño detalle suene como un adorno de lujo. Chulito y entregado, derrochando estilo y simpatía, haciendo notar a los presentes que todavía disfruta enormemente subiéndose a un escenario, que sí, que hay que pagar facturas, pero que el sentimiento primario, el alma de blues todavía late, intacta, primaria, viva.
Tocó temas de sus discos en solitario, cositas de Muddy, clásicos del género y rocanrol bien acompañado por la Tota Blues Band. Formación barcelonesa, con origen argentino en buena parte de sus componentes, cuyas caras de satisfacción por estar al lado de semejante titán eran las mismas que uno podía observar en el público. El placer de estar delante de unos músicos que disfrutan con lo que hacen y lo transmiten en todos sus gestos.
Emoción al máximo en el recuerdo a su amigo Levon Helm con un coreado «The Weight» y la apoteosis final con el inevitable «I’m a Man» con Margolin como maestro de ceremonias y la banda echando humo. A destacar la subida al escenario de la armonicista y vocalista Sweet Marta y el guitarrista Hernán Chino Senra.
Imposible no disfrutar con un tipo que he estado en el meollo casi medio siglo. Últimos representantes de una raza irrepetible.
Manel Celeiro
Foto: Antonio C.
