El tiempo atraviesa las guitarras. Es un simple rugido del que no se toma constancia. Porque uno fabrica sus refugios pero nunca está seguro de donde se puede guarecer cada día. La historia de muchos reside en un disco que cogieron sin permiso de la estantería. El mundo se estanca, pasa por tu lado y no te avisa de que todo se puede ir a la mierda sin ti. El rock and roll no es tendencia, ni volverá a serlo jamás. Se disipa en los estadios y regurgita en los garitos. Pero el atavismo del primer acorde que sale de la pantalla del amplificador sirve para contemporizar, para ver que el mundo no se queda atrás aunque tú sí. Eso es mucho mejor.
En los aledaños de la Sala BUT ya había cola a eso de las nueve. El primer plato consistía en una ración de punk pop muy apta para nostálgicos directa desde Canadá. Si bien algunos escépticos optaban por la caña de rigor para pasar después a ver a Redd Kross, no faltaron ciertas huestes de acólitos de los de Rob Nesbitt, BUM –coetáneos de otras bandas canadienses como Chixdiggit o The Smugglers–. Rescatados de aquel limbo noventero en el que las melodías vocales se apoderaban del revisionismo del jaranero punk británico –sobre todo del legado de bandas con camisas de lunares– pasado por el tamiz más bubblegum de impronta ramoniana. Escudados en una artillería de insanos coros disparados por Kevin Lee –bajo– y Andrew Molloy –guitarra–. Lanzaron salvas muy bien acogidas por los seguidores de siempre –que probablemente, en algunos casos, asistían al primer concierto de la banda– del orden de Debbie Speak, Your Disciple, Mallory, Instant Kool Ayd o Wedding Day. No faltaron tampoco las voces que reclamaban más velocidad en los tiempos marcados por las baquetas de Graham Watson, ni las escenas de stage diving –o lo que es igual, tirarte desde el escenario en aras de que la parroquia tenga la generosidad de no dejar que te abras la cabeza–. Más de media hora con toda su parafernalia y marcada por la buena recepción de los himnos de rigor. Una extensión más que suficiente y que tuvo algunos momentos planos a pesar de la forma de los integrantes del conjunto. Toda una rememoración de las visitas de BUM a Madrid en el pasado.
El principio de esta crónica rezaba que el tiempo atraviesa las guitarras. Un auténtico axioma en la música de los hermanos McDonald. Valedores del sonido embrionario de formaciones como The Stooges, The Dictators e incluso de la parte más cruda de Kiss, no dejan de hacer gala de su gusto por el glam con ciertos filtros de power pop, todo ello catalizado por la escena punk de California. El resultado consiste en unos directos correosos cuya adscripción melódica deja paso a un rock crudo con severas dosis de espasticidad. Pasan los años y se nota en los rostros, pero el primitivismo es un patrimonio intergeneracional, te llega y poco más se puede hacer.
Iniciaron un concierto atmosférico con matices oscuros a través de Huge Wonder o Visionary, ambas incluidas en Phaseshifter (This Way Up, 1993). También darían cuenta de las canciones de su último redondo hasta la fecha, Researching the Blues (Merge Records, 2012), como Stay Away From Downtown –un auténtico himno pese a ser una tonada reciente–, Uglier, Winter Blues o la propia Researching the Blues. Los mejores momentos vinieron de la mano de Pretty Please Me de The Quick, la mítica Annie’s Gone o Jimmy’s Fantasy, que desató la locura del personal. Tampoco faltaron Lady in the Front Row o Switchblade Sister. Antes de los bises llegaría la contundencia de Crazy World.
El final llegaría de la mano de Peach Kellip Pop y su clásica versión del Deuce de Kiss.
Devorados por una tonelada de rock crujiente, atemperado en ocasiones por los destellos de melodías vocales que apartaban al directo de la verdadera crudeza a la que lo sometían los pedales de wah-wah y las desenfrenadas guitarras de Jason Shapiro, los asistentes al concierto iban abandonando poco a poco la Sala BUT.
Texto: Alex Jiménez
Foto: Salomé Sagüillo
¿Alguien ha escuchado el álbum de The Suitesixteen (Rob Nesbitt, BUM)? Es una maravilla