Encuentros

Graham Parker, el inalcanzable trasero de Venus

 

Graham Parker 2 (Fornols)baja

 

En su nuevo álbum Mystery Glue (Universal), los reunificados The Rumour olvidan el fogoso asalto de sus inicios, a mediados de los setenta, y se aplican a una fina artesanía que sienta bien a las canciones del maduro, 64 años ya, Graham Parker. Se han hecho mayores Brinsley Schwarz, Martin Belmont, Bob Andrews, Andrew Bodnar y Stephen Goulding, pero saben aprovechar la sabiduría adquirida al ir rolando el viento de las décadas, y esto aporta al material una contagiosa, magistral ligereza. Nada aquí tiene la rabia de Howlin’ Wind o el impulso de Squeezing Out Sparks, pero la inminente senectud pocas veces ha sonado tan sugestiva.

El nuevo álbum se abre de modo delicioso con «Transit of Venus».

Esa canción se basa en un hecho real, el tránsito de Venus, ocurrido en 2011. Leo mucho sobre eventos solares y me pareció un gran título para una canción. No has de ser un genio para relacionarlo con la diosa Venus. La canción lo ve con ironía: esa mujer imposible que jamás conquistarás y que además te mira con desdén. Las mujeres son más listas que los hombres en muchos aspectos, te lanzan una mirada que dice: ¿estás de broma, no, crees que me impresionas? Ella es definitivamente superior. No es difícil imaginar el tránsito de Venus y sobreponerle el inalcanzable trasero de una chica. Al final suena bastante triste, y esto no podía hacerlo de joven.

Musicalmente es una golosina…

Lo más importante para mí en una canción es la melodía, lograr la mejor melodía posible. Me satisface poder hacer una canción como esa, suena a algo que Elton John ya no podría componer, algo hermoso como «Your Song». Creo que es un logro para mí, me siento bien por ello.

Esto no siempre fue así, ¿verdad?

Cuando recuerdo Howlin’ Wind observo que tenía variedad. Si comparas «Transit of Venus», en el nuevo álbum, con «Between You and Me», ves que sigo haciendo canciones bonitas, pero en aquella época la gente no se daba cuenta por la forma de atacarlas, muy intensamente. Incluso las canciones de amor las cantaba como si estuviese enojado; hoy las hago como reclama la canción. Canto mucho mejor, no voy a desperdiciarla, no voy a estropear su anhelo. No escucho demasiada música, pero la prefiero suave. Cuando empecé me gustaba James Taylor, no el rock más duro y desagradable. En Struck by Lightnin’ , por ejemplo, las canciones que me gustan son «The Boy with the Butterfly Net» o «Strong Winds», no las más rabiosas. Con el tiempo uno evoluciona y cambia, pinta un cuadro, lo cuelga y pasa al siguiente. Pero tengo claro que nunca voy a ser sentimental en mis canciones, siempre tendrán filo, ironía, acidez.

Los actuales The Rumour desprenden serena madurez, suenan refinados…

Es algo extraño. Aquí estoy de regreso con The Rumour y el oyente espera música más cruda y dura que la de mis discos sin ellos, pero vamos en la dirección opuesta, ¿no? Es así porque quiero que The Rumour sean lo que son, músicos increíbles que actualmente no necesitan atacar los temas con tanta intensidad. Ahora saben seguir mis canciones y suenan totalmente naturales, como yo mismo. Eso es lo que debes hacer, no luchar contra ello, sonaría falso. Si comparas este disco con mis anteriores, todos tienen en común que son sinceros, sigo lo que las canciones me dicen. The Rumour son hoy excelentes a la hora de entender eso. Una canción como «Goin’ There», por ejemplo, es muy compleja a su modo, la forma en que encajan las guitarras, todo queda trabado por un pegamento misterioso, como me gusta decir. Cuando empezamos a tocarlas no es fácil, créeme, tengo que dirigirles y recordarles qué es la canción. De pronto, aportan sus partes y yo les digo que eso es, y entonces todos seguimos adelante y, antes de darnos cuenta, ya tenemos una toma. Es fantástico. Es muy satisfactorio ver que no somos un grupo de oldies, sino que encontramos cosas nuevas. Eso está bien.

Tampoco parece empujaros la necesidad de salir de gira…

Sí, así es, y no podría ser de otro modo, económicamente no es viable. Hacemos actuaciones puntuales. Ninguno de nosotros tiene el estómago para enrolarse en unas de esas giras nostálgicas del tipo Bandas del 77. Eso no nos atrae. Siempre nos hemos visto como un grupo aparte, no formamos parte de una época, nos sentimos únicos, siempre hemos existido en nuestro propio territorio. Debemos ser fieles a ese sentimiento. Sería ridículo intentar moldearnos para ser más asequibles. Eso no va a ocurrir.

«Goin’ There» contagia optimismo, da esperanza de llegar a algún lugar mejor…

Supongo que sí. Salió así. Es muy esperanzada. Pase lo que pase en el mundo, o en tu vida, sigue habiendo cosas buenas que tendemos a ignorar. Siempre he disfrutado ese aspecto de estar vivo. Ahora que soy mayor, más maduro, puedo expresar esto en una canción; hace unos años, probablemente lo hubiese escondido y no la hubiese escrito, hubiese pensado que era demasiado bonita, demasiado esperanzada, pero hoy puedo hacerla y que suene creíble. No es impostada, es real, y te anima un poco. Me agrada ver que he vivido lo suficiente para llegar a este punto.

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The Rumour volvieron a la actualidad gracias a una comedia de Judd Apatow. ¿Es el último tema de Mystery Glue una puya contra Hollywood?

Sí, «My Life in Movieland» es una broma contra la industria del cine, sobre mi pequeña participación en la película. La protagonista es una vieja estrella de cine, una Bette Davis de 80 años, que vive en un hotelucho y sigue pensando que vendrán a buscarla en una limusina para acudir a la alfombra roja. En la canción me pongo en el pellejo de una estrella de Hollywood cuya fama llegó y se fue hace ya mucho. No se debe tomar en serio. Mis canciones actuales son más traviesas de lo que solían.

Pese a residir en Estados Unidos, siempre fuiste muy crítico con la sociedad norteamericana. ¿Cómo se lo toman?

Bueno, debo decir que mi público americano no es exactamente el americano medio. Son muy listos, y no tengo un público masivo, es limitado. Como me gusta decir, están los fans de Graham Parker y luego están los demás, que no lo entenderían. Cuando hago algún comentario sarcástico sobre ellos, se ríen. Son aspectos de América, un país fascinante, una increíble mezcla de cosas; tiene cosas muy buenas, gente interesante, y otras cosas muy malas, que resulta fascinante estudiarlas, te dejan boquiabierto, increíbles. Inglaterra es también variada, pero no se dan esas enormes discrepancias, no es lo mismo, por lo que no es tan fácil escribir sobre ello. Lo he hecho en «Slow News Days», que básicamente me parece el tipo de canción que haría Ray Davies. Es divertida. Hay muchas cosas distintas en el disco.

Supongo que era obligatorio grabar en Londres…

Sí, en los Rak Studios, fundados por Mickie Most, que están a un paso de donde vivo. Y recientemente estuve en Abbey Road, masterizando la edición en vinilo de Mystery Glue. Hacía tiempo que no trabajaba en un estudio londinense. Rak es de la vieja escuela, tiene un gran equipamiento y la sala donde grabamos podría haber sido de 1976, salvo porque hoy se graba en un ordenador a partir de aparatos analógicos, que maneja nuestro ingeniero, Dave Cook. En cierto modo fue como volver a los orígenes, el ambiente era el mismo que en 1976. Allí grabaron muchos grandes artistas anteriores a mí, y también The Rumour. Hay un órgano Hammond en una esquina, todo muy antiguo. Fue muy fácil para nosotros trabajar allí, lo pasamos bien. Al sexto día, Andrew, el bajista, ya pudo irse a casa, y Steve lo mismo, aunque él se quedó un poco más para añadir percusiones. En doce días teníamos el disco finalizado, y unos meses más tarde volví al mismo estudio para mezclarlo. Fue una gran experiencia.

Como a tantos otros, te llamaron ‘’el nuevo Dylan’’. ¿Qué te ha parecido Shadows in the Night?

No lo he escuchado, ¿cómo está…? Si yo hiciese un álbum de versiones sería de soul, no de Dylan o de esa tradición que empieza en el folk y de la que él partió para convertirse en un artista único. Me gusta hacer versiones, siempre pienso en grabar una, pero entonces ocurre que mis composiciones se entrometen, no puedo frenarlas. Empiezo a escribir algo y antes de darme cuenta ya tengo ideas para dos canciones y finalmente me encuentro con ocho más. El juego ha vuelto a empezar y, sin darme cuenta, ya pienso en un próximo álbum. De canciones de Graham Parker. Así es como funciona. Un día deberé hacer ese álbum de versiones, pero todavía no he encontrado el tiempo o el impulso, que sigue llevándome a mis canciones. Tengo la suerte de que sigan apareciendo constantemente y pueda publicar un disco cada dos años.

Quizás seas demasiado joven todavía. Dylan ha tardado 74 años en desvelar su deuda con Sinatra…

Tal vez sea eso y llegue el día en que no me salgan nuevas canciones y piense en hacerlo. Ese día podría llegar, sí. Antes de palmarla… je, je, je.

 

Texto: Ignacio Julià

Foto: Sergi Fornols

 

 

 

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