El currículum de Javier Vargas es interminable: ha trabajado como músico de sesión, ha acompañado a artistas como Miguel Ríos en sus giras, formado su propio grupo con la Vargas Blues Band, colaborado con los mejores (Raimundo Amador, Santana, Alvin Lee…), como promedio saca un álbum cada año… Aprovechamos la salida de su nuevo disco From The Dark para juntarnos con él. No sabía ni por dónde empezar la entrevista, pero charlar con el guitarrista es extremadamente fácil y agradable. Javier responde muy generosamente, aliñando la conversación con mil anécdotas y carcajadas. Lo que está claro es que no habla por hablar, este bluesman tiene mucha historia que contar.
Si queda algo claro de tu extensísimo bagaje es una dedicación absoluta e incondicional al blues. ¿De dónde viene esta pasión tan devota?
Cuando vivía en Argentina, de pequeño, había un movimiento musical que bebía muchísimo del blues. Había artistas increíbles: Pappo’s Blues, Litto Nebbia, Claudio Gabis… Además de todas las bandas que surgían de Gran Bretaña como Led Zeppelin, Cream o los primeros años de Black Sabbath, Hendrix… Cuando yo escuchaba esos riffs me sentía igual que un surfista al ver una ola gigante, necesitaba tocar aquello.
Sin embargo, has ido añadiendo sabores latinos y flamencos a tu discografía, alternándolos con discos más puramente blueseros como From The Dark ¿de dónde surge esta curiosidad por mezclar géneros?
Siempre consideré que el flamenco y el blues tenían muchas similitudes, en su sensualidad y su expresión. No necesitas conocer la melodía para que te llegue, un quejido de flamenco o de blues transmite tanta energía que te eriza la piel. Recuerdo que en la Expo de Sevilla se escuchaban canciones de blues y de flamenco como banda sonora, pensé que mezclados serían un buen cóctel. Ya cuando hice mi segundo álbum me decidí a probar, en aquella época me llevaba una agencia muy metida en el mundo flamenco y me presentaron a Raimundo, el Bola, Chicuelo… Me empapé de todo aquello y recomendaron a un guitarrista espectacular, Rafael Riqueni, con el que grabamos el tema Del Sur. A partir de ahí siempre he querido darle ingredientes diferentes y arriesgarme, quizás este álbum es más purista pero también tiene un tema peculiar, Esperanto, y mi siguiente álbum será mucho más raro.
¿Qué te ha quedado de tus inicios en Nashville?
El rock sureño sí me gustó y me caló, pero el country de aquella época no tanto. A mi me gustaba el country más oscuro, el de Johnny Cash y Waylon Jennings. De hecho estuve en la grabación de Wanted! The Outlaws, a la que me llevó un amigo, también hice de extra y salí tocando en la película Nashville, de Robert Altman… Pero el country de Nashville por aquel entonces era muy purista y provinciano. Era gente muy recelosa de los cambios y la innovación que traían gente como The Allman Brothers y Lynyrd Skynyrd.
Lo que me enganchó de Nashville fue su ambiente, los conciertos, cada noche tocaban grupos distintos de todas partes de los Estados, toda la zona donde yo vivía estaba llena de estudios y clubs. Llegué a Estados Unidos con 16 años para estudiar inglés y arquitectura, como mandaba la tradición familiar, pero ¿cómo iba a ir a clase habiendo todo aquello? Cada noche podías escuchar a gente como The Chamber Brothers, Chick Corea… era alucinante. Cuando mi padre se enteró de que no iba a clase me cortó el grifo y me tuve que buscar la vida, tocaba con cantantes country y en el mismo club me quedaba a fregar platos.
Estuve un par de años hasta que me aburrí y me mudé a Los Ángeles. El paso de una ciudad a otra fue muy fuerte, no lo he contado nunca pero si lo hago será para hacer un libro o algo… Los Ángeles era totalmente diferente, todo lo que ocurría en el mundo de la música estaba allí. Vi a los Ramones dar sus primeros conciertos en el Whiskey, a Peter Gabriel en el Roxy, Televisión, Blondie, Van Halen… Al principio tocaba con una banda de un barrio afroamericano inmenso, Watts. El bajista me venía a buscar en su coche y las primeras veces que fuimos me tenía que presentar a todo el mundo, “this guy’s a brother, don’t worry”. Más tarde vi un cartel en el que un grupo buscaba un guitarrista de blues y me lancé. Ese grupo era Canned Heat, estuve un tiempo tocando con ellos hasta que me venció el visado y me volví a España para renovarlo.
Allí me encontré con la transición, un Madrid alucinante, así que decidí quedarme y tomar la ciudad como residencia. Barcelona tenía muchísimos músicos, su música estaba explotando con el rock laietà, pero en Madrid había más cachondeo y si me quedé fue allí fue porque de lunes a domingo había fiesta. No me preocupaba la música que hubiera, ya tenía yo la mía en mi cabeza y mi guitarra. En aquella época era muy inconsciente y hacía las cosas sin pensar.
Al final no te ha ido nada mal, ¿no?
No me quejo, desde luego no podría haber vivido de otra cosa porque no me gusta nada más. Después de la música, sólo me gusta el cine, me encanta. Pero realmente vivo para tocar blues y rock and roll. De todas formas, puedes ser un currante del rock o tomarte la música como un negocio. Cuando hice Sangre Española me decían que siguiera haciendo hits, que me forraría. Podría haberlo hecho pero no me apetecía. Aquello surgió porque nos juntó un editor a Manolo Tena y a mi. Quedamos y fue muy buena onda, hicimos unas copas, me pasó unas letras increíbles y la adapté para sacarle melodía. Salió del buen rollo y fué muy fluido, pero yo no puedo ponerme a hacer temas comerciales y buscar que enganchen.
¿Qué lugar crees que tiene el blues ahora en España?
España está viviendo un momento de gran blues, la gente está muy jodida. Le están quitando cosas esenciales que les permitían tener una vida digna, hay casas vacías y gente desahuciada, no tiene sentido. Y por no mencionar cómo está el arte: el iva cultural está haciéndolo todo mucho más difícil. Realmente quien sobrevive en este mundo es porque ama lo que hace y mucha gente trabaja gratis. Nada de esto debería existir, todos tendríamos que poder hacer lo que amamos y tener una existencia más apacible, no formar parte de este gran engranaje. Es como si hubiera algo oscuro por encima de nuestras cabezas, moviendo los hilos y no precisamente para nuestro bien. De hecho, de todo esto trata From The Dark.
Texto: Marina Castillo