Rutas Inéditas

Frank’s Wild Years, Un Operachi Romantico in Two Acts

Frank3El año, 1986

El escenario, un pequeño teatro de provincias, de tablas sucias y crujientes, con asientos de terciopelo raído y pequeños palcos, casi todos vacíos. Bajan las luces, el patio de butacas está casi a oscuras. Un foco ilumina el centro del telón, bajado. Desde detrás de los cortinajes aparece de repente un hombrecillo pálido, con un traje pasado de moda. Lleva en la mano un micrófono vintage, como los usados en los años cincuenta. En la otra, un cigarrillo. Da una calada, lanza el humo hacia el lejano artesonado, se acerca el micro a los labios y pide silencio. Esta es la historia de Frank, dice. Empieza cuatro años atrás.

 

PRÓLOGO

 

Frank lo tenía casi todo para ser feliz, dice el hombre del micro. Una casita de dos piezas y un horno con autolimpiado. Conducía un Sedan, su mujer era discreta y preparaba unos bloody marys de puta madre, y tenían un encantador perrito, un chihuahua ciego con, eso sí, la epidermis un poco chunga. Pero un día Frank se metió un par de lingotazos de camino a casa y compró un galón de gasolina. Roció la casa entera y le pegó fuego. Al otro lado de la calle, poco antes de pillar la autopista rumbo al norte, Frank reía contemplando las llamas…El hombre del micro tira el cigarrillo al suelo, se da la vuelta y desaparece por donde ha venido. Se apaga el foco, oscuridad de nuevo…

 

Se levanta el telón.

 

PRIMER ACTO

 

Frank conduce un desvencijado sedan de camino a Reno. En el asiento del copiloto hay una bolsa con restos de comida, un paquete de Camel y varias botellas empezadas de Mickey’s Big Mouths. Frank enciende la radio, buscando algo que no suene a lo de siempre. Sus dedos se detienen en un dial concreto. ¿Qué puñetas es esto?? Parece una brass band formada por lunáticos. ¿A qué suena? ¿De qué planeta son estas percusiones? ¿por qué chirría la guitarra de esa forma? ¿Quién la maltrata?…¿y quién es ese tipo que parece que cante desde el interior de un megáfono averiado? Hang on st. Christopher on the passenger side, open it up tonight the devil can ride, gruñe el tipo de la radio…Frank mira la figurilla de San Cristóbal que danza, enganchada por la cocorota al parabrisas, y no puede evitar una amarga sonrisa. Enciende un camel y golpea con sus manos el volante, al ritmo de ese ritmo marciano…

 

frankLas notas se interrumpen pero entra otro tema inmediatamente. Frank se dispone a quitarlo, pero se detiene al escuchar la voz del mismo tipo escupir el primer verso…’ I’m going straight to the top, oh yeah’…Joder sí, ahí voy yo, hijos de puta. Directo a la cima.Frank se deja llevar por el tema, cabecea, enciende otro camel. Se ve a sí mismo en un club pidiendo otra botella de champagne. En el escenario, un grupo de mutantes armados con extraños utensilios perpetran la rumba más extraña que ha oído nunca. Le parece reconocer unas congas y un contrabajo, pero el resto de instrumentos…¿Qué coño tocan estos freaks? ¿Eso que se oye al fondo es un órgano? ¿Dónde está? la gente se levanta de las mesas y sale a bailar y lo hace frenéticamente, el cantante se contorsiona al frente con los ojos ocultos tras un sombrero de ala corta, mientras grita I’m going straight to the top, up where the air is fresh and clean...Frank sale del club y cierra la radio.

 

Se detiene en un motel. El sol está a punto de ponerse y lleva todo el día conduciendo. En la habitación hay una copia de un cuadro de Hopper sin marco, una mancha en la moqueta y varias cucarachas.

En el cajón de la mesita encuentra una Biblia y detrás, una caja. La abre. Emerge una pequeña bailarina y, con un click, empieza a girar. Y suena la música. Una música que le lleva tres décadas atrás. Cuando el circo llegaba a su pueblo. Un pueblo de mierda cuando pasas de los quince, pero un lugar de ensueño hasta ese momento. Y cada verano llegaba el circo, y los freaks, y el mismo león un año más cascao, y los payasos y las trapecistas y el hombre forzudo con sus pesas de madera. Aparcaban en círculo a las afueras, y montaban la carpa y la música que sonaba cada tarde, antes de empezar la función, era algo muy parecido a lo que sale de la caja que tiene ahora entre las manos. Se deslizaba entre las carretas y entre las jaulas, a través de unos altavoces oxidados y rotos, una música hecha de bombillas de colores, de maquillaje y de saltos mortales, una música que emociona a la vez que estremece, que acaricia a la vez que asusta. Vuelve a sentir lo mismo, la bailarina le pide al viento que la lleve lejos de allí , y Frank cierra la caja justo cuando las últimas notas se desvanecen.

 

No puede conciliar el sueño, va al bar del motel.

 

Un vaso de brandy y un centavo en el jukebox. Al azar. Suena un saxo…¿Una trompeta?. Entra un ritmo de burdel, y esa voz, es esa voz otra vez…¿lo es? Suena en un agudo falsete, falla notas, cacarea. Una mujer se le acerca. Apenas si tendrá cuarenta años, pero no los lleva muy bien. Le pide a Frank que le invite. Tentación. A él le recuerda a su mujer, allá donde esté. La misma belleza mal pintada, las mismas cicatrices. Tentación. Le paga una copa, se toma él otra. La mujer la apura en dos tragos y recuesta la cabeza en la barra y se duerme. El jukebox repite su letanía: tentación, tentación, tentación, no la puedo resistir… Hay una pianola en un extremo del bar. Frank se pide otra copa, enciende un cigarrillo, se sienta y toca apenas dos notas. Sigue pensando en su mujer… where are the arms that held me? Inmediatamente suena una música por todo el local. Frank se gira en la banqueta. Y ahí están sus amigos, todos los que dejó atrás. Aquellos con los que juró que nunca se separarían. Sentados en las mesas, en la barra. Mirándolo, levantando sus copas en brindis hacia él. Frank canta con voz ebria, el piano desgrana las mismas dos notas, también ha bebido lo suyo. Una canción de hace años, un vals destartalado, que habla de recuerdos robados y sueños inocentes. Sus amigos cantan con él, todos a la vez, a destiempo, y el vals rueda en círculo, y rueda y rueda…

 

…and It’s such a sad old feeling

all the fields are soft and green

and it’s memories that I’m stealing

but you’re innocent when you dream

 

Después ya no recuerda nada. Sólo las cucarachas.

 

Frank2El canto estridente de un gallo arranca a Frank de sus sueños inocentes y le regala una bonita resaca. Frank pone la radio mientras se afeita, pensando en beber algo antes de desayunar. La misma voz otra vez, rota, le da los buenos días con una extraña pero alegre tarantella. Curiosamente el acordeón y las marimbas le despejan la cabeza, la resaca se desvanece, el día aparece luminoso. Frank se siente capaz de todo y canta una letra que no sabe pero que intuye: in the morning, I’ll be gone…El gallo vuelve a cantar, Frank se despide de las cucarachas y sale a la carretera de nuevo. Tras todo un día conduciendo, Frank aparca detrás de un café a las afueras de un pueblo fantasma. Sentado en el capó del coche, mientras el sol se pone, piensa en que las cosas no han ido muy bien hasta entonces, pero confía en su suerte. Enciende un cigarrillo, pega un trago de la petaca mientras el cielo se vuelve azul oscuro y luego violeta, y pronto sólo queda una franja dorada en el horizonte. Y recuerda cómo lo dejó todo atrás y por qué.

 

If you want to go

where the rainbows end

you’ll have to say goodbye

all our dreams come true

baby up ahead

and it’s out where your memories lie

 

Sí, hay que esperar a que llegue el mañana, porque el presente había sido una mierda y el futuro no pintaba mejor. Abre el maletero y saca su acordeón. No, mejor la guitarra, este crepúsculo necesita cuerdas. Se sienta en el capó de nuevo y rasga una melodía sencilla, que parece escapada del pueblo abandonado que tiene a sus espaldas. Las notas resuenan quedas en la noche recién estrenada, se escapan por la carretera trazando una línea recta y Frank desgrana unos versos para explicarle a nadie sus planes, y por qué hace lo que hace: today is grey skies, tomorrow is tears, you’ll have to wait til yesterday is here…Se inquieta, casi se conmueve pero inmediatamente se serena. No sabe que ha compuesto la canción americana perfecta. Esa noche Frank duerme en el coche, mientras en su cabeza suena una canción de cuna que escuchó alguna vez, en algún lugar, y de la que sólo recuerda la melodía y unos curiosos versos ‘if I fall asleep in your arms, please wake me up in my dreams…’

A medianoche se despierta, hace demasiado frío. Enciende un cigarrillo y abre una botella de bourbon y enciende la radio. Otra vez esa voz. Otra vez esa extraña música. En esta ocasión con una instrumentación mínima, apenas voz y órgano. Y la creciente sensación de que esas canciones le hablan a él. Hablan de él.

 

dream away when everyone’s gone

dream away your grey skies tooo

dream away and nothing is wrong

dreams have wishes that are waiting for you

 

Mira por la ventanilla, todo está oscuro. Justo cuando termina la canción el dj dice ‘acabamos de escuchar ‘Frank’s Theme’, en la voz de… Pero el resto no se escucha. Interferencias, ruido. Nada. Frank sonríe, está a punto de echarse a reír. ‘Frank’s Theme’, piensa. Hay que joderse.

Toma otro sorbo de bourbon.

 

Se apagan las luces. Telón.

 

SEGUNDO ACTO

 

Se levanta el telón

 

frank11Frank aparece en un café, un antro que parece haber sido trasladado ladrillo a ladrillo desde el puerto de Marsella. Suena el acordeón y el olor a chanson y a pernod lo impregna todo, incluso a la mujer que baila como una muñeca desmadejada, sola, en medio del bar. De espaldas parece el fantasma de Edith Piaff, de visita a la ciudad del pecado. No lo es. Pero como si lo hubiera sido. It’s more than rain, canta el tipo bajito y enclenque, en un escenario en penumbra. It’s more than rain that falls on our parade tonight…

Llueve de todo, piensa Frank. Y sale a la calle.

 

Enciende un cigarro y ve en la calle a ese tipo, con una Biblia en la mano, y detrás suyo una carroza desvencijada, tirada por un mulo. Avanza por la calle principal, mientras la banda pone banda sonora a su discurso con un suave fondo de saxos mientras la guitarra y el bajo juegan al gato y al ratón. El tipo sermonea y la música le sigue, lo aúpa y lo envuelve.

 

if you walk with Jesus

he’s gonna save your soul

you gotta keep the devil

way down in the hole

 

Cuidado con el diablo, Frank. Enciende un cigarro mientras la comitiva sigue su camino, predicando. Tira la cerilla al suelo y piensa que en el fondo todo el mundo tendría que saber que el demonio no existe, se trata sólo de Dios cuando está borracho. Frank pasea por el casco antiguo de la ciudad, cuando de una ventana oye salir una melodía que le es familiar: I’m going straight to the top…Coño, esto ha de ser una premonición, piensa. Lo único es que ahora la canción no parece interpretada por una pandilla de cubanos mutantes, sino que tiene un regusto a Sinatra, a crooner de pajarita y whiskey en la mano, que no acaba de entender…

 

Se mete en otro bar. Hace frío, una copa para calmar los escalofríos. Luego otra y si acaso otra.

A las doce de la noche Frank repta por las calles, desorientado e inflamable, y sin detenerse empieza a aullar. Cree estar cerca de su sueño y le canta, le grita a Nueva York. Cuidado, orgullosa ciudad, porque ahí voy y te tomaré. Extended la alfombra, que esté la banda preparada, enfriad el champagne porque ahí voy. Frank oye aplausos y vítores, la gente sabe que está preparado. Luego cae inconsciente en un banco del parque.

 

tom-waits-franksFrank sueña sueños de borracho: turbantes, cadáveres que conducen y una llamada desde Estambul. Es su mujer, que vuelve a casa. Disfruta de su sueño, tanto que decide ponerle música. Coge un banjo y se dedica a seguir la percusión hasta que entra el Farfisa a todo trapo, radiante; pronto llegará su mujer. Cree ver a Ali Baba. Despierta y vomita.

 

Amanece y Frank necesita un trago. El parque está envuelto en bruma. Camina tratando de refugiarse de la humedad. Bajo el puente del lago hay dos tipos sentados junto a un fuego que arde en un bidón. Le invitan a sentarse y le ofrecen café y matarratas. Tienen un carrito con un ampli. Les pregunta si son músicos ambulantes. Uno de ellos coge la guitarra y el otro saca un acordeón sobre el que había estado sentado. Suenan unos acordes suaves, sincopados, y entra el acordeón. Frank escucha y bebe y poco a poco despierta y sonríe y llora y siente que es la música más hermosa que jamás ha escuchado. Siente un enorme poso de melancolía en el fondo de su taza de café. Y la añoranza se le echa encima como un alud.

 

the cat’ll sleep in the mailbox

and we’ll never go to town

til we bury every dream in

the cold cold ground

 

Frank se levanta, les da las gracias y se va. En una esquina, de camino a su coche, ve a un negro tocando un piano. Estas cosas sólo pasan en esta ciudad, piensa. El negro empieza a hablar de St Louis, de Kansas City…y de volver a casa. Volver a casa en tren, el mismo tren que te alejó de ella. Frank se siente confuso. Nueva York está cerca, pero ¿quiere realmente tomarla? ¿Valdrá la pena? O quizás sea mejor tomar el camino de vuelta para ver si en casa todavía queda algo en pie, algo a lo que aferrarse. La música del negro le parece la más triste del mundo. Al volante del sedán, Frank conduce ahora sí con un objetivo. Quiere recuperar lo que dejó atrás; se detiene junto a un cartel que indica ‘A Casa, 550 Millas’. Enciende un cigarrillo, sonríe y sale del coche. Se acerca al borde del escenario, y sacando una petaca del bolsillo, la lanza a un tipo de la primera fila. Saluda con dos dedos y desaparece por un lateral del escenario.

EPÍLOGO

 

fwyd-frontSegún el programa del teatro, ‘Franks Wild Years’ fue un musical escrito por Tom Waits y su mujer, Kathleen Breenan. La obra de teatro fue estrenada en el Briar St. Theatre de Chicago, Illinois el 22 de junio de 1986, e interpretada por la compañía de teatro Steppenwolf.

Al año siguiente Waits lo editaba como su décimo álbum de estudio. Diversas canciones del disco han aparecido en films y series de TV a lo largo de los años. Los años salvajes de Frank son, en definitiva, la idónea clausura de una trilogía singularmente perfecta, una de las reinvenciones más sorprendentes en la historia de la música popular del siglo XX.

 

O eso dice el libreto este.

 

Yo, personalmente, no he visto la obra original y ni siquiera sé de qué puñetas va. ‘Franks Wild Years’ siempre me ha parecido una obra en la que perderse, en la que uno tenía todo el derecho de interpretar lo que le diera la gana, partiendo de una mínima premisa argumental (la de preguntarse qué había sido de Frank desde que apareciera -e inmediatamente- desapareciera del mundo en ‘Swordfishtrombones).

 

Y los cientos de veces que lo he escuchado, he disfrutado imaginando situaciones, personajes. A veces repetían, otras veces los cambiaba. Para mi este disco siempre ha sido como una película o una obra de teatro pero vivas, cambiantes. A cada nueva escucha, yo imaginaba nuevas y distintas peripecias para Frank.

 

Así que dándole vueltas pensé que por qué no plasmar una de esas fantasías.

 

Da igual lo lejos que esté mi versión de lo que realmente significan estas canciones. Se trata sólo de un juego. Al que invito a cualquiera que lea esto: poneos el disco, servíos un generoso vaso de licor, encended un cigarro los que fuméis, y pensad en quién coño es Frank, por dónde anda, qué piensa y qué hace…y qué escucha.

 

Eloy Pérez

 

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