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Evaristo Páramos, La Polla Records y la soberanía personal

EvaristoTras más de treinta años en activo, referente del punk más ácido y de la crítica inteligente cantada a toda velocidad, Evaristo llega a la web rutera justo ahora, cuando acaba de publicar un recomendable libro, Cuatro Estaciones Hacia la Locura, publicado por Desacorde Ediciones. Y lo hace de la mano de Ricky Lavado, batería de Standstill y lúcido analista de la obra del de Salvatierra.

Amaos los unos a los otros, dice el asesino. Hay en La escopeta nacional, de Luis García Berlanga, una escena memorable en la que el señor marqués, interpretado por el inolvidable Luís Escobar, finge estar agonizando mientras está tumbado en la cama, rodeado por sus invitados. Con toda la pompa y la soberbia que de su titulo nobiliario se desprende, el marqués exclama ante su patética corte de aduladores y sinvergüenzas: «Que vengan todos… que venga el servicio que estas cosas les gustan mucho… que vengan todos que tengo que perdonarlos…»1. Es una escena que siempre me ha provocado carcajadas, uno de esos ejemplos de genialidad del gran Berlanga a la hora de ridiculizar la estupidez congénita de la aristocracia en nuestro país, concretamente en ese postfranquismo poblado de señoritos, arribistas, aristócratas venidos a menos y caciques hermanados con curas de la vieja escuela. Esa escena siempre me ha recordado a una canción de La Polla Records en la que Evaristo Páramos, su cantante y letrista, retrata precisamente la hipocresía que rodea el funeral de un personaje de clase alta. Canta Evaristo: “Cuando la casca algún aristócrata su funeral es un nido de hipócritas. Yo miserable escupo mi júbilo sobre su ataúd. ¡Qué buen hombre! ¡Qué buen hombre! ¡Qué calamidad! Cuánta zorra y cuánto golfo, vaya funeral. Cómo disfruto del espectáculo, todos de negro chupando de cámara y la viuda llena de lágrimas sin consuelo está. Era un buen hombre, qué le vamos a hacer, joder. Honradamente, en nada nos ayudó, copón, y los gusanos ya le agradecerán lo bien que comió. Cuánto caerá, cuánto me tocará, qué calamidad, qué buen hombre… toda la afición ha venido a apoyar, vaya funeral. Cuánta zorra y cuánto golfo, cuánto golfo y cuánta zorra…Quién heredará?”2, y canta esto con una mordacidad digna del mismísimo Berlanga, con la misma mala leche y el mismo sentido del humor que encontramos a lo largo de la filmografía del director valenciano.

 

Se dice de Berlanga: «Ha sido el mejor cronista cinematográfico de la vida española, pero no la de los grandes acontecimientos, sino de esa pequeña realidad cotidiana que suele pasar desapercibida para la mayoría de los artistas. Maestro de la comedia coral, la sátira y el plano secuencia, nos ha dejado retratos magistrales de ese español medio que navega en un mar de sueños y desencantos»3, y esa misma descripción se podría aplicar a Evaristo con sus letras. Ese mar de sueños y desencantos es un territorio en común entre ambos. Me imagino a Evaristo sonriendo cuando en La Escopeta Nacional se dice aquello de «y ni fueron felices ni comieron perdices, porque allí donde haya ministros un final feliz es imposible»4, de la misma forma que me imagino a Berlanga sonriendo al escuchar a Evaristo al frente de La Polla Records diciendo «en nuestra tumba pondrá: de estos dos imbéciles el mundo se ha reído y no se han enterado»5. Por muy alejadas entre si que a primera vista nos parezcan las películas de uno de los mejores directores de cine que ha dado este país de las letras de una de las bandas de punk patrio más reconocidas, existen numerosos paralelismos en los discursos de ambos artistas, tanto en la forma como en el contenido. Encontramos en las letras de Evaristo la misma actitud contestataria y burlona hacia las figuras de autoridad que tan presente está en las películas de Berlanga, y hay mucho de berlanguiano en el omnipresente humor de esas letras. Ambos centran una parte de su obra en la crítica a los aspectos sociales y morales de un país aún heredero de cuarenta años de dictadura, donde los poderes fácticos y las estructuras institucionales continúan representando valores y actitudes llenas de nostalgia por los viejos tiempos. A pesar del cambio de régimen, aquellos “personajes grotescos que deambulaban como enanos entre sus propias estupideces, en su podredumbre, en su decadencia6, tal y como los definió Berlanga, que durante cuarenta años gobernaron este país, dejaron una larga e influyente sombra que aún hoy en día pervive.

la-polla-32Uno de los temas sobre los que Evaristo construye una parte de su discurso crítico es el que hace referencia a la moral procedente de la imposición directa de la Iglesia católica en esa España de trajes de luces y curas virulentos con sotana tenebrosa y actitud marcial (como el inolvidable cura de La Escopeta Nacional, que ante la insinuación del hijo del marqués de querer divorciarse exclama “¡Lo que yo he unido en la tierra no lo separa ni Dios en el cielo!”7). Pocos retratos hay de la derecha católica nacional más agudos que los versos que Evaristo dedica al Opus Dei en el primer disco de La Polla Records, allá por 1984: A cuenta de prometer el reino de los cielos algunos vivillos lo que están haciendo es su propio cielo particular en la tierra: compre un pedazo de cielo pagando la cuota mensual8. Evaristo afila los colmillos cuando habla del contubernio Estado-Iglesia-Ejército, cuando habla de esa España navaja, España de sangre, oro, miedo y traición9. La España católica, conservadora y monárquica (un rey no es rey por voluntad divina, sino porque sus antepasados se lo montaron divinamente10) siempre ha sido y sigue siendo el blanco principal de la crítica y la rabia en sus letras: “España es una finca de los militares, España es un talego bendecido en los altares, España son sus bancos, España sus toreros, España son la botas de montones de maderos. España te vigila, no le des la espalda, en nombre de España te partirán el alma. España campeona, España va a la guerra, España es patria para ladrones hijos de perra11. Con su ironía característica y para que no hayan malentendidos, respecto a este tema Evaristo afirma contundente nunca fui a la ikastola”, y no se le traba la lengua al explicarse: «Todo ese rollo de que a los niños se les enseña a odiar a España en las ikastolas… Cuéntame el de Pinocho, que es un clásico y está muy trillado, pero para oír una tontería prefiero oír eso. Yo, por cosas mías, odio la idea de España, y con todas mis ganas además; pero nunca fui a la ikastola, fui a las monjas y a los frailes, soy menos sospechoso que nadie. A mi lado los de la Escuela Nacional cantaban el Cara al Sol mientras nosotros jugábamos con la pelota. Más que nada enseñaban formación del espíritu nacional; nacional de aquella nación, claro. Luego nos dijeron que el nacionalismo es un mal que se cura viajando, pues los españoles habéis viajado mucho y no os habéis curado nada, lo único que habéis hecho es joder todo aquel garito al que habéis ido… Y eso por no hablar de los británicos, que son de echar de comer a parte»12.

Cuando Evaristo afila los colmillos, los afila bien, especialmente cuando se trata de opinar sobre el sistema educativo de este país y los valores que durante mucho tiempo se inculcaron en nuestras escuelas y que aún hoy en día persisten : Acostumbráis a los críos a obedeceros, manipuláis su educación para conseguir que siga esta demencia y los dejáis preparados para que sigan teniendo vuestros mismos errores. Esa es vuestra maldición, violencia. Esa es vuestra miseria13. Esa maldición de la que Evaristo habla, esa demencia presente en las estructuras de poder de nuestro país es la razón de que en pleno siglo XXI las letras de La Polla Records sigan igual de vigentes que el primer día: “Siendo rey Inútil VI en el reino de Cretinia ocurrió un hecho extraordinario, algo no corriente: Un porquerizo del rey se acostaba con su cerdo. Descubiertos los amantes, el rey los mandó encerrar. Un día que se aburría fue a visitar al porquero y como rey y como padre le preguntó: ¿Cómo es, mi porquerizo, que te acuestas con un cerdo? Y le contestó el porquero: es costumbre de la corte según yo tengo entendido, pues la reina todos los días hace lo mismo. Se puso el rey colorado y el porquerizo fue ahorcado. Enterado el populacho, esto solía decir: Sabia es su majestad, pues tan bien cuida de sus derechos porcinos. Pero el puerco quedó desconsolado. Cuando le iban a ahorcar, dicen que el reo cantaba por lo bajo esta coplilla: Mala es esta justicia, que por lo que a unos premia a otros se nos castiga. El puerco no lo superó”14.

¿Quieres identificarnos? Tienes un problema.

«Quiero soberanía personal, mi representación soy solo yo»15, canta Evaristo orgulloso y tozudo, siempre esquivo y receloso ante los peligros de las definiciones y etiquetas cuando estas tienden a pasar por alto la individualidad de uno en pos de la identificación con cualquier colectivo. Esa huída del encasillamiento, esa apología de la no pertenencia son elementos siempre presentes en sus textos y letras, tanto de La Polla Records como del resto de proyectos de los que ha formado parte («cuando la gente se asocia, se asocia con quien le peta, pero en esta sociedad somos socios por la jeta. Según he ido viviendo me parece darme cuenta que soy socio por la fuerza de muchas clases de cerdos: muy pronto fui socio de la Iglesia, más tarde me asociaron a una escuela y fui socio de empresarios, trabajando para ellos. En el Ejército pude ser socio de generales, todos en el mismo carro: ellos arriba, yo abajo. Y en ni uno de estos casos a nadie se le ocurrió: pues soy el interesado, preguntadme mi opinión«16).

La negativa a ser definido le ha llevado siempre a repartir ironía y mala leche a partes iguales, rechazando con la misma contundencia la sumisión ante los poderes establecidos y el rol de portavoz o gurú Punk en el que se le ha intentado colocar. No en vano estamos hablando del punki burlón que se ríe de todo y de todos disparando siempre a matar con sus versos incendiarios, lo cual muchas veces ha provocado que se le atribuya una imagen estereotipada y caricaturesca coronándolo como estandarte de ese punk de calimocho, cresta y rayas de speed tan característico de nuestro país, algo de lo que Evaristo se ha reído a lo largo y ancho de su más que dilatada carrera («Coreando la canción de un grupo estúpido y metiendo la anarquía en una A dentro de un circulo, engañándote a ti mismo con la química, consumiendo tu cerebro en otra discusión barata más. ¿Que esperas encontrar? A mi no me preguntes, a mi no me mires»17). Reírse del punk para acabar siendo el más punk de todos, como Jello Biafra cantando aquello de «Nazi punks fuck off» al frente de los Dead Kennedys, siempre a contracorriente: «La cosa tiene su gracia: ya tenemos ídolos. Fabricamos nuestros dioses, preparamos las poses siempre atentos a la foto (). A mí no me cortéis, aquí vale todo, no me montéis la batallita de ver quién es más punki. Me van los imperdibles y los pelos de colores, eso no es que me convierta en un gilipollas de ideas cuadradas18.


Evaristo no se siente bufón de la misma forma que no se siente portavoz de nada ni nadie. Ese papel de cronista corrosivo que canta sin ser cantante y que escribe con una lucidez y mordacidad superiores al nivel habitual en los letristas de este país se mezcla con la sencillez de un personaje que huye de todo aquello que huela a adulación («Escritor no soy, eso lo sé hasta yo, pero una vez con otros cinco me metí en un conjunto y no teníamos ni idea de tocar y mira tú por dónde, el punk es para que el que no sabe tocar, toque, y el que quiera decir algo que lo diga, me vale igual en música que en escritura que en los cojones del cura. Y a mi, cuando me digan ¡basta!, seguro que me doy cuenta y me vuelvo a escribir a mi casa o me voy a cantar a la vía; lo que os decía, que no me suda la polla el asunto, es que no doy más de sí, aunque a veces aparento listo»19). Este papel de enfant terrible al que le da absolutamente igual la opinión que de él se tenga, tanto si es para sorprenderse de la inteligencia y la agudeza de unos textos nada habituales en el panorama punk patrio como si es para dejar que la imagen del personaje eclipse a esos mismos textos convierte a Evaristo en un bicho raro, dentro incluso de la propia escena que vio a La Polla Records nacer y crecer. No surgieron de la margen izquierda del Narvión, no venían de esos ambientes urbanos suburbiales de paro, pobreza, drogas y delincuencia que funcionaron como caldo de cultivo para toda una generación punk en el Euskadi de finales de los setenta, ellos venían de Salvatierra, en Álava. Eran una banda de pueblo. Punk patatero. Su imaginario lírico surge de un mundo en el que la gente se llama paisanos unos a otros y en el que los borrachos montan broncas en las «fiestas del pueblico». Evaristo, gallego de nacimiento y vasco de adopción, nunca jugó a ser un nuevo Sid Vicious. El gusto por la sátira y el lenguaje rural convertía sus letras en retratos costumbristas plagados de personajes y situaciones delirantes que situaban al grupo muy lejos del resto de bandas de su generación. En sus letras encontramos mulos que bloquean caminos y militares que reciben coces por impacientarse ante ese desafío a la autoridad («ese general en el hospital tendrá tiempo de pensar: que los mulos nada entienden de estrategia militar»20) y encontramos cocinas adornadas con «la foto del Papa dentro de la bandera nacional»21. Dentro del estallido del punk en nuestro país, Evaristo siempre ocupó el lugar del listo de la clase que va a la suya, consciente de tener cosas a decir y además consciente de saber cómo decirlas.

DI_02990No encontramos en ellos el nihilismo salvaje y autodestructivo teñido por el estallido de la heroína tan característico de muchos de sus compañeros de generación en el Euskadi de los ochenta. Frente a los himnos a la desesperanza de los tristemente célebres Eskorbuto («El pasado ha pasado y por él nada hay que hacer, el presente es un fracaso y el futuro no se ve»22) o a los retratos antisociales de jeringuilla y suburbio de Cicatriz («Tu chupa de cuero claveteada de navajazos está rasgada, tu vida es un hueco en el tiempo y vives como vive un muerto»23), encontramos en La Polla Records una crítica constante a esa dejadez y a esa actitud de autodestrucción del punk mal entendido: «Vamos a bebernos unas botellas y a fumarnos unos canutitos. Ajitos, rayitas y chutes: nos anulamos todos. Ya es hora de actuar por nuestra cuenta, ya está bien de decir que esto es mierda y no hacer nada por cambiarlo»24. El rechazo a los adoctrinamientos de cualquier tipo es una cuestión siempre presente en los textos de Evaristo. Encontramos en sus letras llamamientos a la acción y al pensamiento individual, a la búsqueda de libertad personal frente al peligro de los dogmatismos, sean del color que sean y vengan del bando del que vengan. Esta obcecación por no casarse con nadie es una característica fundamental del no-discurso de Evaristo como letrista y por extensión de La Polla Records como banda. Frente al discurso fuertemente politizado de otras bandas en esa escena punk de Euskadi en los ochenta, con Kortatu como cabeza visible (el mal llamado Rock radical vasco), La polla records siempre defendieron un credo ácrata y libertario que se oponía frontalmente tanto al papel manipulador de las estructuras de poder del estado como a los dogmatismos de los movimientos radicalizados de oposición a esas mismas estructuras, especialmente en los entornos abertzales que de forma tan significativa crecieron en Euskadi durante esos años («en el nombre de una idea yo no me quiero morir, pensadores en sillones no me van a dirigir, y tus bonitas banderas a mi espalda quedan. Odio a los partidos, fuego a las banderas»25). No hay que confundir esta desconfianza hacia las ideologías con desinterés respecto a la realidad social, se trata más bien de un humanismo que supera la ya obsoleta distinción entre izquierdas y derechas que convierte a la política en un escenario de adoctrinamiento e inmovilismo donde cambian los gobernantes y líderes pero en el que los de abajo siempre son los mismos: el eterno escenario shakesperiano del Rey Lear, en el que los locos guían a los ciegos. Frente a los peligros de las doctrinas y como respuesta a los intentos de ser clasificado bajo las coordenadas de ningún dogmatismo ideológico, Evaristo siempre lo ha tenido muy claro: «Somos los nietos de los obreros que nunca pudisteis matar, por eso nunca votamos para Alianza Popular, ni al PSOE ni a sus traidores ni a ninguno de los demás, somos los nietos de los que perdieron la Guerra Civil, ¡No somos nada!»26.

Carne para la picadora.

El posicionamiento irónico y hastiado desde el que Evaristo observa la realidad que le rodea ha estado siempre marcado por dos grandes impulsos, tan opuestos a simple vista como tristemente complementarios en su esencia: por un lado el desengaño propio de la experiencia y el paso de los años, que le lleva a afrontar cualquier especie de compromiso o entusiasmo a través del filtro del sarcasmo y el escepticismo propios de quien está a la vuelta de todo y se niega a ser engañado («Hace ya tiempo que se acabó el necio sueño de una vida feliz…»27). El hastío está presente tanto en su forma de ver el mundo como en la distancia respecto a su propia obra («Voy arrastrando mi decepción de un escenario a otro escenario, voy arrastrándome sin nada que decir y lo que digo te lo tienes bien sabido»28), y es ese hastío uno de los motores del posicionamiento siempre crítico de su lírica. Evaristo analiza su realidad desde la desconfianza, sometiendo cualquier idealismo al tan a menudo triste análisis de quien observa el mundo que le rodea y se desespera al ver que el panem et circenses romano sigue marcando hoy en día las pautas de funcionamiento de nuestra sociedad. Aunque el pan empiece a escasear, de circo vamos sobrados («Gol en el campo: paz en la tierra»29). Este escepticismo nos ha regalado algunas de las reflexiones más agudas y descarnadas de Evaristo, como veterano que se lame las heridas y no se deja engañar, disparando siempre desde la barricada aunque muchas veces sepa que la batalla está perdida: «Qué quiere decir concepto? ¿Qué significa «qué concepto tienes de…»?, ¿Quién es el que decide que un concepto se esté quieto o que se mueva como un loco sin que nadie lo retenga? ¿Si alguien (condicional) se pone lo suficientemente chulo para atrapar un concepto, lo planta en la huerta?, ¿le hace una estatua?, ¿lo vende?, ¿lo regala?, ¿lo maquilla?, ¿pueden dos personas tener el mismo concepto exacto de una cosa? El soldado que va dentro del tanque y el nene que le tira piedras tienen un concepto distinto de la violencia, y aunque los medios venden el concepto de que las dos violencias son equivalentes, mi concepto sobre los medios lleva mucho tiempo plantificado en la huerta de la incredulidad»30.

El otro gran impulso sobre el que se apoya el pensamiento y la escritura de Evaristo es la negativa a dejarse vencer por el pesimismo y el escepticismo que acabamos de comentar, y es precisamente ahí donde el personaje adopta la dimensión y la relevancia que, en mi opinión, lo convierten en una figura a destacar y a tener en cuenta realmente. Cualquiera que esté familiarizado con la trayectoria de Evaristo entiende donde reside la auténtica valía de una carrera que sigue activa desde hace treinta años ya: la negativa a rendirse. Evaristo nunca pierde la fuerza, y esa fuerza siempre viene apoyada por el humor y la cercanía de alguien que te habla de tú a tú. A Evaristo hay que verlo como el amigo que nunca falla, aquel con el que siempre podrás sentarte a tomar una cerveza mientras te cagas en el mundo y que siempre te arrancará una sonrisa y una reflexión lúcida («La vida sigue su curso a un tiempo cruel y extraña, implacable y hermosa, alargando el pasado, encogiendo el presente, repartiendo futuros inevitables, juntando y separando gente. Hoy es el futuro, ahora es el futuro, por eso la vida es agonía y la vivimos agónicamente hasta el momento incomparable de la muerte. Solo tienes el presente, cuídate»31). Los años y los galones le permiten relativizar las cosas, y ese espíritu del eterno rebelde que escupe versos mientras te guiña el ojo es lo que me hace ver a Evaristo como al eterno camarada con el que siempre puedo contar.

Respecto a su obra, declara contundente y evasivo: «Si me montas en un cohete y soy el primer idiota que pisa Marte no me da ni la mitad de impresión de lo que ha supuesto La Polla»32, y esa humildad nos hace sonreír a todos a los que la vida nos cambió cantando aquello de: «Mil colegas quedan tirados por el camino, y cuantos más van a quedar. Cuánto viviremos, cuánto tiempo moriremos en esta absurda derrota sin final. Dos semanas, tres semanas o cuarenta mil mañanas, que pringue la madre de Dios. Cuánto horror habrá que ver, cuántos golpes recibir, cuánta gente tendrá que morir. La cabeza bien cuidada o muy bien estropeada, y nada que agradecer. Dentro de nuestro vacío sólo queda en pie el orgullo, por eso seguiremos de pie»33. Pasados treinta años desde la publicación del primer disco de La Polla Records, Evaristo sigue al pie del cañón, arrancándote sonrisas y diciendo las cosas en un idioma con el que sentirte identificado. Para mi, eso es lo que realmente importa. En una época de falsedades y productos, es importante tener a alguien a quien creerte de verdad.

Y si ellos dicen mierda, nosotros amén.

.       1  La escopeta nacional. Dir. Luis Garcia Berlanga. Incine, 1978.

.       2  La Polla Records, «Cachas beybi», Ellos dicen mierda, nosotros amén. Oihuka, 1990.

.       3  El cine español. Ed. Larousse, 2002.

.       4  Ver1.

.       5  La Polla Records, «Chica yeyé», Revolución. Oihuka, 1985.

.       6  Triunfo. Número 817. Declaraciones de Luis G. Berlanga. 1978.

.       7  Ver1.

.       8  La Polla Records, «Salve», Salve. Oihuka, 1984.

.       9  Gatillazo, «Nunca fuí a la ikastola», Siglo XXI. Maldito records, 2013.

.       10  La Polla Records, «Real como la vida misma», No somos nada. Oihuka, 1987.

.       11  Ver 9.

.       12  Entrevista a Evaristo Páramos. Www.manerasdevivir.com. Marzo 2013.

.       13  La Polla Records, «Vuestra maldición», Revolución. Oihuka, 1985.

.       14  La Polla Records. «Inútil VI», Los jubilados. Oihuka, 1990.

.       15  La Polla Records. «El congreso de los ratones», Revolución. Oihuka, 1985.

.       16  La Polla Records. «Socios a la fuerza», No somos nada. Oihuka, 1987.

.       17  La Polla Records. «La gamberra», Toda la puta vida igual. Maldito records, 1999.

.       18  La Polla Records. «Muy punk», Salve. Oihuka, 1984.

.       19  Cubicando posturas. Diario Gara.

.       20  La Polla Records. «La mula», Ellos dicen mierda, nosotros amén. Oihuka, 1990.

.       21  La Polla Records. «Lucky man for you», Revolución. Oihuka, 1985.

.       22  Eskorbuto. «Cerebros destruídos», Anti todo. Discos suicidas, 1986.

.       23  Cicatriz. «Enemigo público», Inadaptados. Elkar, 1986.

.       24  La Polla Records. «La revolución», Revolución. Oihuka, 1985.

.       25  La Polla Records. «Odio a los partidos», No somos nada. Oihuka, 1987.

.       26  La Polla Records. «No somos nada», No somos nada. Oihuka, 1987.

.       27  La Polla Records. «Carne para la picadora», Carne para la picadora. GOR, 1996.

.       28  La Polla Records. «Venganza», Salve. Oihuka, 1984.

.       29  La Polla Records. «Gol en el campo», Carne para la picadora. GOR, 1996.

.       30  Ver 19.

.       31  La Polla Records. «Hoy es el futuro», Hoy es el futuro. Oihuka, 1993.

.       32  Rolling Stone. Número 86. Mayo 2005.

.       33  La Polla Recordss. «Ellos dicen mierda», Ellos dicen mierda, nosotros amén. Oihuka, 1990.

 

Ricky Lavado

2 Comments

  1. arturo blasco

    acertado….muy acertado, felicidades por el articulo. me alegro que se publiquen cosas asi de alguien que esta vivo y lo merece.

  2. Pingback: Ruta 66 – ¿Sabes qué artículo fue el más leído en 2016 en tu web rutera?

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