Con dos álbumes de estudio editados bajo su nombre desde 2003, el sueco-argentino José González no es un músico que destaque por vivir grabando. Y con esa misma parsimonia discurren sus discos: obras desnudas, guiadas casi en exclusiva por su voz templada e hipnótica, y envueltas por el hábil fingerpicking que ejecuta sobre su guitarra española. El resultado, de formas meticulosas y notable éxito comercial, no parte de modelos medianos: González cita a los clásicos de la bossa nova, a The Beatles y al cantautor cubano Silvio Rodríguez como sus principales faros, y menciona el álbum Pink Moon de Nick Drake como la chispa que prendió su inspiración como compositor.
Nuestra cita telefónica coincide con la inminente edición de Vestiges & Claws (2015), su tercer álbum en solitario: un trabajo que retoma su sonido de siempre, al tiempo que insinúa tímidos viento de cambio. Pocos días después de su lanzamiento, previsto para el 17 de febrero, tendremos oportunidad de asistir a su traducción sobre los escenarios en las siguientes fechas:
18 de febrero, Madrid (La Riviera)
20 de febrero, Barcelona (L’auditori)
21 de febrero, Santiago De Compostela (Capitol)
22 de febrero, Murcia (Auditorio Victor Villegas)
Tus inicios están muy vinculados con las escenas hardcore y punk de Gotemburgo. ¿Cómo se produjo la transición hacia el sonido acústico que caracteriza a tu música a partir de Veneer (2003)?
Entre 1993 y 1999 estuve en bandas como Back Against The Wall, Renascence y Sweet Little Sister, de tipo hardcore y punk. Pero en la misma época tocaba también bossa nova, y canciones de The Beatles o Simon & Garfunkel con guitarra clásica. Cosas más tranquilas. Para mí, la transición comenzó realmente al empezar la universidad: tenía menos tiempo para tocar en grupos, y lo hacía más en casa, yo solo. Alrededor de 2002 o 2003, tras cinco años estudiando en la universidad, empecé a preparar Veneer, a realizar giras y a centrarme en mi música.
Hay un nombre muy recurrente a la hora de hablar de tus influencias, y es el de Silvio Rodríguez. No sé hasta qué punto la tradición de cantautores latinoamericanos, incluyendo a músicos de tu país paterno, como Atahualpa Yupanqui o Jorge Cafrune, tiene incluso mayor influencia sobre ti que la corriente anglosajona. En el uso de la guitarra clásica y en tu forma de abordarla, por ejemplo.
Han sido una inspiración grande y, de hecho, una de las artistas que más se escuchaba en mi casa, junto con otros grupos de folklore argentino, era Mercedes Sosa. Creo que es una inspiración que tal vez no se note mucho, pero siempre ha estado ahí: Silvio Rodríguez, João Gilberto, Caetano Veloso, Chico Buarque…además de la música argentina que forma parte de mi infancia. Lo de cantar en inglés supongo que tiene más que ver con el hecho de vivir en Suecia, donde era muy común escribir y escuchar música en inglés.
Hay algo en tus discos que me parece especialmente cautivador, y es el trabajo con los silencios, los espacios, y cómo las canciones parecen estar llenas de oxígeno. ¿Hay algún músico o productor que te haya influido especialmente por su tratamiento del sonido?
Creo que me inspiró mucho la música clásica, cosas como “La Catedral” de Agustín Barrios, además de un montón de canciones que tienen algo de eso: el silencio, las pausas largas, cosas que a menudo la gente no entiende, pero que son muy lindas. Cuando hice “Deadweight On Velveteen” (de su disco Veneer) era en parte inspirado en eso. Más tarde empecé a escuchar a Arvo Part, que sigue siendo música clásica, con una pieza como “Spiegel Im Spiegel”, con ese toque de aire…música que invita a la meditación, digamos. Siempre me ha gustado el tratar de mantener mucho aire, evitando meter muchas cosas durante el proceso de producción. Aunque ahora he empezado a producir un poco más, metiendo algo más de lo normal, en comparación con los dos discos anteriores. Pero sigue siendo algo basado en la voz, la guitarra y el beat.
Las versiones son una parte muy popular de tu trabajo, pero es curioso cómo muchas veces optas por canciones que están en las antípodas de tu sonido. Composiciones muy sintéticas, incluso sobreproducidas, de artistas como Bronski Beat, Kylie Minogue o Massive Attack.. ¿Qué es lo que te atrae de ellas, y del proceso de desmontarlas y montarlas de nuevo bajo tu propio enfoque?
Tener una versión en cada álbum o EP se ha convertido en parte de mi estilo. Al principio, la razón era que tenía pocas canciones propias, y necesitaba más. (En Veneer) elegí a The Knife, porque era su disco el que estaba escuchando en ese momento, y me encantaba esa canción (“Heartbeats”). Con “Hand On Your Heart”, de Kylie Minogue, trataba de darle un sentido diferente al texto. Con “Teardrop”, de Massive Attack, simplemente me gustaba el original, y no trataba de hacer algo único. Cada versión tiene su propia explicación.
Además, tu música se ha mezclado muchas veces con la de artistas procedentes del hip hop y la escena electrónica. ¿Has pensado alguna vez en hacer un disco dominado por ese tipo de sonidos? Algo en la línea de lo que pudo ser The Eraser de Thom Yorke, por ejemplo, donde lo que prime es el tejido electrónico, combinado con elementos acústicos o eléctricos.
Si, cuando estaba grabando mi primer disco me interesaba mucho Four Tet, y me sigue gustando. Cuando empecé a hacer demos para el tercero, muchas de ellas incluían sintetizadores y drum machines, pero finalmente opté por hacer un álbum en la línea de los dos primeros. Aunque grabé esta canción de Arthur Rusell (“This Is How We Walk On The Moon”), que va un poco en la línea de lo que quiero hacer en el futuro, combinando música electrónica y acústica.
Desde la época de Veneer, es muy habitual escuchar tus canciones en anuncios de televisión, series o películas. Es algo que me llama mucho la atención, porque creo que la forma idónea para entrar en tu música es a través de un proceso íntimo: sin distracciones, centrándose únicamente en el sonido y las letras. ¿Es raro para ti ver cómo tu trabajo se utiliza en ese tipo de soportes?
Para mi es importante que la primera impresión sea buena, y saber cómo se usan y cuando, aunque no dispongo de todo el control. No me molesta mucho si mis canciones se utilizan en televisión o en películas, al contrario: me enorgullece que alguien acuda a ellas cuando necesita música para elevar un determinado sentimiento. Es un modo de presentar la música, algo que forma parte de los nuevos tiempos y que puede llegar a ser muy emocionante para mí y para la gente. Por ejemplo, cuando usaron “Line Of Fire” en Breaking Bad, o “Far Away” en el videojuego Red Dead Redemption.
Hay una cuestión que me interesa mucho en relación a Junip, la banda que mantienes en activo desde 1998, junto a dos de tus mejores amigos. Por un lado trabajas con ellos, haciendo música más intrincada, llena de pequeños detalles. Por otro lado, desarrollas tu carrera en solitario, donde juegas con elementos mínimos. No sé hasta que punto se relacionan ambos proyectos, si uno influye al otro, o si existe un cierto intercambio de ideas entre ellos…
Con Junip tenemos todos esos instrumentos: la batería, el órgano, mi guitarra… así que lo que nos ha mantenido es precisamente el hecho de hacer música juntos. En mi proyecto en solitario hay cierto énfasis en trabajar sobre un sonido de guitarra más elaborado, con un sonido más latinoamericano, tal vez. Tras dos discos con Junip, he aprendido mucho sobre aspectos relacionados con la producción, con la grabación, y ahora me siento más libre haciendo mi propia música. Hago estos discos muy basados en la guitarra y el canto, pero sé que puedo hacer muchas otras cosas.
En 2011, de hecho, iniciaste una gira con la orquesta Göteborg String Theory. Algo que en principio parecía un experimento muy arriesgado, pues tu música se presenta en un formato muy desnudo. La opción de inyectarle el sonido de una orquesta podía incluso dañarla. No sé si la experiencia tuvo algún impacto en tu trabajo posterior como compositor, o si hay planes de trasladar esa idea a un estudio de grabación.
Hemos grabado cosas que aún no han visto la luz, sobre todo por problemas entre los distintos sellos, y hay planes de grabar más en breve. Para mí fue un proyecto lindísimo. Ellos hicieron una versión muy buena de “Cycling Trivialities” (de su disco In Our Nature [2007]), con mucho respeto hacia la canción inicial. Yo dejé libertad a los arreglistas, que además crearon cosas tan buenas como “Far Away”, donde metían dos minutos de puro ambient-noise. Así que había momentos de experimentación, pero también otros en los que trabajaban de un modo muy clásico, con mucho gusto.
Siempre dejas pasar largos períodos entre la edición de un disco y otro. Sin embargo, los cambios entre ellos se basan en pequeños detalles, no hay giros bruscos ni una línea evolutiva muy marcada. ¿Cuáles son los aspectos que más te gusta explorar en tus grabaciones? ¿Qué cosas crees que has ido perfeccionando por el camino, desde 2003 hasta hoy?
En este disco sentí que era interesante hacer canciones diferentes a las otras que he hecho. Hay cosas muy en la línea de mis dos discos anteriores, pero al mismo tiempo sé que puedo entrar en estilos muy diferentes, como lo que he hecho con Junip o en mi versión de Arthur Russell. Supongo que lo que he cambiado es sutil para alguien que no esté muy metido en mi música, pero para mí hay una diferencia grande entre “Stories We Build, Stories We Tell” (de su nuevo álbum, Vestiges & Claws) y “Heartbeats”, por ejemplo. También he experimentado mucho con la percusión, usando la guitarra como bombo. O metiéndole un plug-in con extra-sub, que es un sonido que me gustó y que fue lindo usar en muchas canciones.
Además has logrado algo muy difícil, que es la construcción de un sonido propio, muy reconocible, a partir de influencias muy heterogéneas. En este disco, de hecho, es la primera vez que escucho una canción tuya y me remite de forma automática a otro músico. Me refiero a “Open Book”, la canción que lo cierra, y que parece casi un homenaje o un tributo a Paul Simon. Es una composición muy extraña en tu repertorio…
Es un homenaje muy directo. Es un estilo que me gusta mucho y, de hecho, cuando empecé a tocar la guitarra, ese era el tipo de canción que yo tocaba. Hay canciones que tienen algo clásico, atemporal, y cuando escribí “Open Book” fue pensando: “Yo también quiero una de esas”. Así que elegí un tipo de acordes que se han probado muchas veces, y que funcionan: algo al estilo de Simon & Garfunkel, algo que llega al corazón.
Para terminar, me gustaría que compartieras con nosotros alguno de tus descubrimientos musicales más recientes. Algo que te llame especialmente la atención, se haya filtrado o no en tu propio trabajo.
Puedo nombrar a Jessica Pratt, que me gusta mucho. Una cantautora de Los Ángeles con un estilo muy parecido al mío. Y también a William Onyeabor, a quien escucho cuando necesito algo más de energía.
Texto: Carlos Bouza
Hacía tiempo que no leía una entrevista tan variopinta, rica e interesante. Tanto como se formulaban esas preguntas y los temas que se tocaban; como sus respuestas llenas de detalles y matices.
Lo de Four Tet me lo apunto. Vaya descubrimiento el saber que alguien de su registro escucha a mi artista de la vertiente electrónica favorita! jaja.
Gracias!