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The Who, Barclaycard Arena (Birmingham, UK)

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«Disfruten de los músicos mientras siga siendo posible». Hacía recientemente este mismo comentario respecto a la muerte de Ian Mclagan: Obvia decir que se disfrutará siempre y cuando económicamente sea viable. No lo ponen fácil Roger Daltrey y Pete Townshend en ese sentido: de 70 libras en adelante los tickets. Miren si no los precios para los conciertos de Paris programados para junio, van en esa onda. Aunque a diferencia del gran pabellón de Birmingham, en Paris actúan en el Zenith, un recinto cercano sea cual sea tu ubicación. Y a fin de cuentas, siempre puede ser peor pagar por un concierto de los Stones (Street Fighting Man, claro que sí majos). A lo que vamos, poder disfrutar de los Who en 2014 es una bendición, un golpe de fortuna. Entristece pensar después de cada show que ese puede ser el último. Pero lo lógico es degustarlo tal y como llega. Giran en 2015, por lo tanto siempre queda la oportunidad de volver a disfrutar de semejante ceremonia. Y sí, vale la pena una vez más.

Con una media de edad de 50 años entre los asistentes (y seguro que me quedo corto), quedaba la sensación de estar viviendo un velatorio en los minutos previos al recital. Pete incluso bromeaba diciendo: «Mira, hemos arrancado un aplauso de un tipo en la primera fila». Luego hubo algún grupo de personas que coreaban a grito pelado aquello de «We are mods». Pero todo parecía (respecto a la audiencia) demasiado correcto. Ni tan siquiera la cerveza corría como suele ser habitual en los conciertos ingleses. Debía ser por el frío.

La banda arrancó con «I Can’t Explain» y siguió con «Substitute». Roger, cabezón como él solo, se negó a bajar los tonos de las canciones. Por lo cual debía reservarse energía para la parte final y agarró la acústica en varias de las canciones primerizas. Sigue siendo de admirar lo de este hombre: por cantar como si le fuese la vida canciones que ha escrito otro, por desgañitarse en los aullidos a riesgo de joder la gira y por mantener el aura de frontman divino desde finales de los sesenta (la cabellera rizada y abultada ayuda a ello). Él y Pete parecían pasárselo en grande durante los primeros compases del concierto. Hacían paradas extensas entre tema y tema, confraternizaban entre ellos y con el público, y daba la sensación de estar presenciando un ensayo. No en vano, esa misma tarde recuperaron «So Sad About Us» en la prueba de sonido, y por ese motivo sonó accidentada. Aunque solo por lo extraño de la elección valió la pena que lo intentaran.

Lo de los fallos de ejecución fue una constante en la primera parte, suerte de Zak Starkey en la batería para reconducirlos. Ojo, fallos estúpidos, por jugar siempre a pie del abismo, de los que no molestan y en cierto modo se agradecen. Los Who nunca fueron perfectos en la tocada (ni en el mayor punto de gloria de la formación original), lo suyo era una batalla constante por ver quien se salía con la suya, y eso es precisamente lo que les convirtió en la mejor banda del planeta. Por otro lado, y de unos años a esta parte, Pete hace cosas muy extrañas en sus solos, nada que sea capaz de duplicarse después. El ‘power chord’ ha perdido cierta fuerza en favor de unos ligados indescifrables y selenitas. Pero sigue siendo mágico en lo que hace, tan único en una faceta como otra. Más canciones de solemne confección, «The Seeker», «Who Are You», «The Kids Are Allright», «I Can See For Miles», «Pictures Of Lily» (otra pieza perdida recuperada para la gira), «Behind Blue Eyes», «You Better You Bet», y otros despistes entre letra y letra; ante tal sinuosidad Rog lanzó su blog de notas al suelo y riendo, dijo: «Joder, soy un hombre mayor, ya no tengo tanta memoria».

Hasta aquí ya podía considerarse un buen recital, pero a partir de «Join Together» todo empezó a rodar de forma majestuosa y precisa. Townshend se puso a punto para entonar con emoción y fuerza «I’m One». «5:15» sonó desesperada y vital durante sus más de diez minutos de duración (con John Entwistle apareciendo en pantalla). «Bell Boy» ídem de lo mismo, esta vez con Keith Moon desprendiendo locura y simpatía desde el proyector. Y el segmento dedicado a Quadrophenia terminó con «Love, Reign O’er Me» con un Daltrey reinando por todo lo alto, como suele ser habitual en la pieza. «Eminence Front» supuso un descanso para los que necesitaban descargar micción. Debo ser uno de los pocos admiradores de esta canción del maltratado It’s Hard (tan siquiera un die hard de los Who como Xavi Llop siente simpatía por la canción o el álbum). Pete descargó toda su furia guitarrera, casi la escupió, como un punk desbocado. La mejor interpretación que le he visto del dichoso tema, que por cierto, fue el más ‘joven’ de denominación de origen.

¿Realmente alguien extrañaba canciones como el reciente «Be Lucky» o «It’s Not Enough»? Como el propio Townshend dijo una vez, queda celebrar un fantástico catálogo de canciones, no tiene sentido intentar ser creativo a estas alturas. Si deciden volver a intentarlo se les dará otra oportunidad. Si no es así ya está bien con algunas canciones de Endless Wire como colofón discográfico. Volviendo al show, esta vez rizaron el rizo y por si lo de Quadrophenia había sido poco, atacaron con «A Quick One (While He’s Away)». Llevaban décadas sin interpretar la primera opereta de Pete, pero la han recuperado para esta gira de 50 aniversario y no ha podido ser una elección mejor. Créanme, valió la pena desplazarse a la industrializada Birmingham solo por ello. «Con este tema fuimos la banda que más dio que hablar en el Rock & Roll Circus», comentó el guitarrista. De ahí enlazaron con el segmento dedicado a Tommy, que en directo siempre sonó mejor que en disco. «Amazing Journey», «Sparks», «Pinball Wizard» y de propina «See Me, Feel Me». ¿Se puede mejorar?

Para cuando llegó la traca final, «Baba O’ Riley» y un caótico pero vigoroso «Won’t Get Fooled Again», estábamos vendidos a ellos. Debían salir de escena para ser vitoreados y aclamados hasta su vuelta final al escenario, pero el final fue tan natural como lo había sido el inicio del concierto; una afinación por aquí, cuatro comentarios entre ellos y al final Rog se dirige al público y dice: «No vamos a bajar las escaleras para volverlas a subir. Tocaremos una más aunque no la queráis». «Magic Bus» es un tema que nunca escucho en casa, pero fue la mejor versión que he escuchado nunca desde la incluida en Live At Leeds. Colofón perfecto para una velada a la que no se le pudo pedir más. Dos horas y media en compañía de dos leyendas que mantienen intacta la magia y el estilo. Claro, sin subestimar el trabajo enorme de Zak Starkey, Simon Townshend, Pino Palladino y los teclistas, estos últimos especialmente importantes en el fragmento de Quadrophenia. Dios, dime que esta no será la última.

Texto: SERGIO MARTOS

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