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Calella Rock Festiva, Fábrica Llobet, Calella (Barcelona)

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Sin desmerecer a las bandas anteriores (pues por problemas de logística no pude verlas en acción), Virgil And The Accelerators fueron la primera atracción internacional de un festival que parece haber crecido en acólitos respecto a su primera edición. Respecto a esto último, la lógica dice que el público ‘heavy’ suele ser, aparte de cazurro, bastante fiel. La adición de Y&T al cartel debe dar credibilidad a esta sentencia, pues se veían camisetas de la banda de San Francisco por todos los rincones. A priori la edición del año pasado presentaba nombres mucho más apetecibles en su conjunto (Mick Ralphs, Bernie Tormé, Warrior Soul, White Cowbell Oklahoma, Band Of Friends), pero parece que el bastión de lo que es denominado classic rock  y aquí entra el blues, el hard rock pantanoso o cualquier cosa fabricada con guitarra eléctrica, no tiene tantos fieles, o al menos eso parece. Podría remitirme a la pasada gira hispana de Blue Coupe, con dos miembros de Blue Öyster Cult y un Alice Cooper Group, todos ellos de denominación original e histórica, en la que los promotores se dieron un buen ostiazo. Y aquí es donde entra en vigor el apelativo de ‘cazurro’ dentro de la comunidad metalera. La nula perseverancia en investigar más que en lo obvio, a indagar en las diferentes ramas que colorean sus tan metódicas estructuras cuadradas.

Volviendo a lo que importa, la música, Virgil And The Accelerators son un trío casi adolescente que ha despuntado en la escena británica por su buen hacer instrumentalmente. Blues rock de la vieja escuela, no muy lejos de The Brew, en el que las canciones no son lo importante que debieran. Para ver en un club. Bernie Marsden, la gran estrella de la noche en mi opinión, presentaba varias dudas antes de su actuación. Banda de última hora, figura física descuidada y varios años deambulando entre el obvio disco de «mis influencias del blues» y el vasto acto del homenaje a los años de gloria (a Whitesnake, en su caso). Puede que Bernie haya ganado unos kilos de más en las últimas décadas; de hecho, su evolución ósea recuerda mucho a la de Rory Gallagher, esbeltamente delgado en sus primeros días y ostensiblemente hinchado en su madurez. Afortunadamente, no parece que lo de Bernie sea un problema con el alcohol. Si así lo fuera tampoco sería nuestro problema. Indago en ello porque a lo largo de los años he podido ver a muchos músicos a los que la complejidad y el deterioro de su físico les ha hecho perder vigencia con su instrumento.

Y quería dejar claro que ese no es el caso de Marsden. Como le sucede a Leslie West, Bernie sigue teniendo el tono, la magia y el halo de haber pertenecido a una gran banda. Fue protagonista en todas las partes de guitarra, y cuando cantó (ojalá lo hubiese hecho más) demostró seguir teniendo una bonita voz, tan cálida y melodiosa como a finales de los setenta (siempre me recordó tanto a Nils Lofgren como a John Waite). La banda, italiana, hizo lo justito por sacar un repertorio que hablaba por sí solo. El cantante/ teclista no hizo un mal concierto, es solo que su voz, aguda y melódica, poco tenía que ver con el tono grave y masculino de David Coverdale. No le culpo.

A quien sí señalo es al guitarrista de apoyo, Matt Filippini. Chico, no sé de donde sacas la influencia para rodar con este tipo de músicos, o si es que tienes dinero para montar estas giras al lado de tus ídolos , la mayoría pertenecen a la saga Purple  , pero la guitarra no es lo tuyo: solo tenías un momento de protagonismo, el doblaje de «Sweet Talker», y lo jodiste bien jodido. Afortunadamente, esta no fue como la noche de Ian Paice en Bikini, donde tuvo que cargar con todo el peso de la actuación. Aquí Marsden era el protagonista absoluto. En cuanto al repertorio, brilló por sí mismo: «Come An`Get It», «Trouble», «Ready n’ Willin», «Fool For Your Loving», «Here I Go Again», «Don’t Break My Heart Again» e incluso el «Might Just Take Your Life» de Purple. Pocas sorpresas evidentes, pero es lo que tiene el querer agradar a la audiencia de forma benevolente. Y lo consiguió.

Después llegó el turno de Y&T. Lo comentaba en este último número de Ruta 66 (en papel), dentro del artículo dedicado a Phish. Uno puede apearse de las bandas cuando siente que es el momento de hacerlo. Y ese es el sentimiento que tengo desde hace un tiempo con Y&T. La muerte de Phil Kennemore ha dejado sin cojones a esta banda. De acuerdo, la muerte es inevitable, pero es que Dave Meniketti se ha rodeado de músicos curtidos en peluquerías y no en los peores garitos de América. ¿Es esto lo que quiere? ¿Una versión descolorida de la etapa 87-90? Se cargó a Leonard Haze (baterista original) por motivos todavía desconocidos, ha seguido adelante tras la muerte de Phil (indispensable escénicamente), y ha convertido a Y&T en una banda vulgar y corriente. Ciao bambino. Suerte para los responsables del Calella Rockfest en su futura tercera edición y que siga subiendo la asistencia de público.

Texto: Sergio Martos

Fotos: Rubén Cid

 

One Comment

  1. Joan Carles

    Totalmente de acuerdo con Virgil and the accelerators. Después de la muerte de Gary Moore, Alvin Lee o Jhonny Winter, conocer a nuevos músicos que toquen blues y rock a la vieja usanza es genial (obviamente siempre guardando las distancias con los mencionados). Le dicen: ¡Te quedan diez minutos! Y el tío cambia de guitarra y ni corto ni perezoso se marca una de Jimmi Hendrix. ¡Eso fue total! Respecto a Y&T no estoy tan de acuerdo. Yo creo que estuvieron muy bien, al igual que el año anterior. ¿Que hay peluquería? Ok, pero creo que Y&T siempre han llevado cierta imagen. En mi opinión si cerramos los ojos y nos centramos en la música (que es lo que importa) da la impresión que nos trasladamos a la época del Black Tiger. Saludos.

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