El rock parece condenado a convertirse en música clásica. No hay más que ver la media de edad del público que asiste a los conciertos de club en Barcelona para darse cuenta. La franja que va entre los treinta y cinco y los cincuenta y cinco años de edad es generalidad. Mayoría absoluta, salvo puntuales excepciones, diría yo. No sucede lo mismo en la cantera de bandas. Ajenos al predominio del pop más comercial, la omnipresente radio fórmula, la electrónica de baile y el azote de engendros como el reggetón continúan apareciendo combos de jovenzuelos decididos a quemar su alma en las perennes llamas del infierno rockero. Este es el caso del quinteto gallego de alcohólico nombre y decidido título. Blood, Rock & Tears es su debut plastificado, y pese a que acusa en demasía los escasos medios disponibles para la grabación deja la impresión de que hay chupitos que beber en un futuro. Filiación sureña y espíritu estoniano forman parte de su ADN. Apuntes apreciables, «Cross That River», resultones medios tiempos, «Life Sentenced», «Fall & Raise», buenas guitarras, «21 Century Hard Times» y la ilusión del que empieza superan la economía de recursos. Así que se ganan un voto de confianza. Démosles tiempo y aplacemos para el segundo disco un juicio más a fondo.
Manel Celeiro