El quinteto sueco no está formado por advenedizos sumados al carro tras el reciente éxito de las nuevas promociones nórdicas. Al contrario, llevan tiempo en la carretera, desde el 2006, y tienen tres discos a sus espaldas. En las líneas que dediqué a su paso por la pasada edición de festival Azkena referí que parecían un poco perdidos tocando en el escenario grande del evento vitoriano. Todo lo contrario que la pasada noche. El formato club les sienta de maravilla y pusieron Rocksound a mil, llenazo hasta la bandera, sin apenas despeinarse y con una facilidad insultante. Quizás porqué Horisont toman un camino distinto al dominante. Así mientras la mayoría de bandas del palo atacan el rock setentero trufándolo de psicodelia y lirismo ellos se van por el lado de lo que se dio en llamar proto metal o hard primerizo. Es decir aquellos que empezaron a subir el volumen al once y a machacar riffs a golpe de melena y pelo en pecho. Sus constantes subidas y bajadas entre cabalgadas de solos a dos mástiles, nada de una carrera de velocidad si no trabajando la melodía doblando hachas al estilo de Thin Lizzy, recordaban a bandas clásicas como los U.F.O. de «Doctor Doctor» o los primeros Judas Priest (los de Rocka Rolla, Sin After Sin o Sad Wings of Destiny) para deleite de la parroquia que no dejó de mover el pie ni un solo segundo ante la concisión y consistencia de sus temas y su visceralidad interpretativa. Tras repasar a base de bien Second Assault (2012) y Time Warriors (2013) se despidieron con «Big Fat Mama», un clásico de la primera etapa de Status Quo, dejando al personal excitado y tomando por asalto el tenderete de merchandising. Y eso es una señal inequívoca de cómo ha ido el concierto.
Manel Celeiro
Foto: Isabel Val