Encuentros

Luis Boullosa, de puños, letras y otros menesteres

BoullosaDespués de otras aventuras en el campo de las letras, el inquieto Luis Boullosa (Madrid, 1975) ha decidido dar el salto a la literatura musical. El Puño y La Letra (66 RPM Edicions) es el título de su última producción, un profundo análisis subtitulado “Creación literaria y rock&roll underground” donde partiendo de entrevistas a una selecta representación de los que a su juicio son los mejores letristas que podemos encontrar (Gareth Liddiard, Ryan Sambol, Pete Simonelli, Grant Hart, Kim Warsén, Brendon Humphries, Matt Korvette, Aidan Moffat, Julian Cope y Michael Gira), estructura un estudio sobre el proceso de escribir canciones. Un libro inusual que rompe la superficialidad de los libros de música y que Boullosa estará presentando en Apolo Store (Barcelona) el martes 22 de octubre a la 19:30 h.

 

– ¿Cuál ha sido el motivo que te ha llevado a escribir este libro?

 

El desacuerdo.

 

– ¿Cuánto hay de análisis crítico, cuánto hay de filia?

 

Es filia crítica. Y fobia crítica. Hay unas cuantas opiniones personales totalmente discutibles, como todas, pero las amparo con ideas, que ya es más de lo habitual. Y los interrogados las amparan con palabras y con música, con canciones absolutamente inapelables.

 

– Dicen que los críticos de rock son músicos frustrados. ¿Qué son los músicos que escriben literatura?

 

Si lo hacen bien, escritores. Aunque la gente no se haya dado mucha cuenta, se pueden ser varias cosas a la vez. En cuanto a los críticos, no está de más que hayan tenido una banda alguna vez, y tal, pero desde luego, no es imprescindible.

 

– Eres músico, y también escribes tus propias letras. Con la experiencia que te proporciona el estar en los dos campos, ¿qué es más difícil, componer una bonita música o una buena letra?

 

He tocado en varias bandas (5 Cobras, Master Disaster Gang o Los Molestotes) y ahora estoy con Gog y Las Hienas Telepáticas, pero soy más escritor que músico. Solo soy un bajista decentito, por lo que, en mi caso, hacer la música de una buena canción me resulta más difícil que escribir la letra. Ahora bien, una canción es una amalgama de ambas cosas. El empeño en diseccionarla y dividirla es un tanto artificial. Una canción es el puño y la letra. Un puño que te graba una letra en el cráneo. Yo no soy de la música o de la letra, sería de idiotas. Yo soy de la canción. Y del underground. Todo está en los subterráneos.

 

– Muchos nos decepcionamos cuando tuvimos acceso a las letras traducidas de los Beatles o los Stones. Francamente, son letras muy pobres. ¿Te ha decepcionado alguno que en tu adolescencia tuvieras entre los más alto?

 

Los Stones hicieron una letra decente cuando plagiaron a Mijaíl Bulgákov («Sympathy For The Devil»). Los Beatles no deben tener ninguna. Cada día soporto menos a los putos Beatles. Yo soy de Ringo y de Yoko; esos me caen bien. Me decepcionó mucho, cuando lo entrevisté en persona, Jello Biafra, que me pareció un cretino y un paleto. Me molestó, porque los Dead Kennedys me habían ayudado a luchar, precisamente, contra esas taras. A mí el single «Holidays In Cambodia» / «Police Truck» me cambió la vida. Literalmente. Pero quizá sea mejor hablar de los que no te decepcionan. Y eso hago en el libro.

 

– ¿Se puede acceder a la obra de un músico por sus letras antes que por su música, o la letra siempre estará condenada a ser un elemento secundario a remolque de la música?

 

Se puede acceder por cualquier lado, incluso por la pura estética. La letra será todo lo importante que su calidad y tu apertura mental permita. Hay artistas a los que, sin prestar atención a las letras, apenas se puede entender. La lista es larga e incluye a la mayor parte de los ídolos rockeros clásicos. No puedes entender Magic And Loss sin las letras. Ni Blood On The Tracks. Ni I’m Your Man. La lista incluye miles de discos. Pero no es una lucha entre opuestos. Repito que soy de la canción. Simplemente me niego a quedarme con una mitad pudiendo tener el todo. Además, la canción es un elemento acojonante. Por un lado es casi un vestigio antropológico que nos conecta con la era del mito, por otro, un arma de perfecta (y eterna) actualidad. Según como se vea, una canción de tres minutos es un arma de transmisión cultural mucho más refinada que una novela de 700 páginas. Pese a su aparente sencillez o gracias a ella.

 

– La historia demuestra que está abarrotada de grandes músicos. Sin embargo, no hay tantos letristas.

 

Creo que sí los hay. Hay letristas enormes. Que no nos dé la gana de buscarlos y encontrarlos es nuestro pecado, no el suyo. En España somos especialmente cafres para eso. Y letristas grandes nos han sobrado.

 

– “No te aferres; nada dura para siempre salvo la tierra y el cielo / Se escabulle, y ni todo tu dinero podrá otro minuto comprar”, cantaban Kansas en «Dust In The Wind», una inspirada lección de innegable existencialismo. ¿Hay vida más allá de Bob Dylan, o seguirá siendo la referencia fácil para que el que nunca ha dedicado un minuto en rastrear otros artistas?

 

Ambas cosas. Hay vida después y seguirá siendo la referencia fácil. Yo soy de Bob Dylan a fuego, pero vamos, también quería mucho a mi padre y sabía que no era el único hombre sobre la Tierra. Gareth Liddiard, sin ir más lejos, es tan grande como Bob Dylan si no un poco más. Es, sencillamente, descomunal. Por otro lado, aquí se ha hablado hasta la saciedad de Dylan, de Cohen, de los Beatles y de poco más; y ya va siendo hora de espabilar. Por supuesto puedes encontrar libros con letras de los Smiths, o de Nick Cave, o de lo que sea, pero suelen ser reseñas biográficas, letras y ya. Hace falta una aproximación crítica personal. Hace falta usar nuestra capacidad de RELACIONAR, que —como decía Edgar Morin y es por otra parte obvio— es la que nos permite crear una cultura real. El mundo de la música, y por ende el de la crítica musical, ha estado plagado de COLECCIONISTAS. No hay nada peor que un coleccionista. Los Poison Idea lo sabían (Record Collectors Are Pretentious Assholes). Un coleccionista está esencialmente incapacitado para la relación y la investigación. Acumula datos y los presenta. Y eso es todo.

 

– Compruebo que actualmente Gareth Liddiard es tu letrista favorito. Además le cedes el primer capítulo del libro que, por otra parte, también es el más extenso.

 

Hace las mejores canciones, las que llegan a mayor profundidad y tocan más la fibra, la personal y la común. Es sencillamente escalofriante y te cambia la vida para siempre. ¿Suficiente, no?

 

– Chuck Berry está considerado como el Poeta del Rock. Puso música y letra a la feliz era Eisenhower. Retrató espectacularmente una época. Pero si se husmea dentro de su obra, encontramos letras con alto contenido social, muy rebeldes, algunas incitando a la delincuencia. Incluso su único número uno, «My Ding-A-Ling», es una irónica coplilla a la masturbación adolescente. Es un claro ejemplo que para hacerse un hueco entre los grandes letristas no hay que tener grandes pretensiones literarias, ni tufillo intelectual. ¿Qué tiene que tener una letra para que sea icónica y trascienda al tiempo?

 

Si eres un artista, o un intelectual, ese “tufillo intelectual” del que hablas no existe. Sólo existe si eres un pretencioso y un incapaz que trata de construirse coartadas pseudoculturales. En este país se usa el término “intelectual” de manera peyorativa, sistemáticamente. Eso nos define. Envidiosos, obtusos, cabrones hasta la médula. Un hombre cultivado, que piensa por sí mismo y lo expresa del modo que sea, debería ser respetado. Nosotros preferimos lapidarlo. Es una larga tradición hispánica. Deplorable. Creo que hay muchas maneras de trascender y de ser grande creativamente. No hay un sólo camino. Y no me gustan las recetas y los slogans. En todo caso, supongo que cualquier obra de arte que trasciende debe tener una capacidad para hablar a personas de distintas épocas y lugares por igual. Una cualidad atemporal, esencial. Como se hace, es un misterio. Algunos tenemos ese don (risas enlatadas).

 

– El titular más inteligente que he leído acerca de los enormes The Dirty Three es que “las grandes historias pueden contarse sin palabras”. ¿Te gustan los grupos instrumentales?

 

No. Recuerdo que me gustaban Booker T. & The MG’s, pero cuando más me gustaron fue cuando hicieron de banda de Neil Young, que decía cosas. También me gusta Henry Purcell y algunos otros señores antiguos.

 

– No hay ningún letrista español en tu libro. ¿Nos puedes recomendar algunos?

 

Es que ese es otro libro. Ahí van algunos:

 

Josele Santiago: La Vida Mata (1990), La Cuenta Atrás (1991) y Tras El Último No Va Nadie (1994) son mi equivalente español a la trilogía dylaniana clásica (Bringing It All Back Home, Highway 61 Revisited, Blonde On Blonde). Puro genio. Son la trilogía existencialista del rock español. Son discos sagrados. Y todo lo demás que hace está muy bien, también.

 

Roberto Iniesta: Es tan parte de mi vida que me cuesta ser crítico con él. Un compositor de canciones absolutamente descomunal con una comprensión de este puto país preclara, una filosofía de vida admirable, cojones, instinto pop, instinto punk, un reguero de discos alucinante, capacidad para llamar a las cosas por su nombre sin dejar de hacer poesía y envergadura suficiente para haber sido la voz de varias generaciones de la España real que no sale en los periódicos ni en la tele.

 

Fernando Alfaro: “Bienaventurados los sucios de corazón / Echando cinco duros verán a Dios”. Mejor os escucháis los discos. Tiene alguna de las pocas canciones que me hacen llorar. Llorar de verdad. Adoro esa mezcla de salvajismo terreno y viaje interior. Un genio.

 

Jorge Ilegales: Me preguntabas sobre las canciones que trascendían al tiempo. Escúchate «Yo Soy Quien Espía Los Juegos De Los Niños» y verás cómo está hablando de ahora (y de siempre) aunque haya sido escrita hace casi treinta años. Adoro a Jorge. Me parece que jamás se le ha reconocido abiertamente lo gran, gran letrista que es.

 

Corcobado: Sólo por «Ladrada Del Afilador», una canción que merece un libro entero, ya está consagrado, pero tiene muchas otras demostraciones de talento, aunque su carrera sea irregular. Cuando ajusta, es casi imbatible. Tormenta De Tormento y otro par de sus discos siguen siendo básicos.

 

Manuel Beteta

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