Discomático

The City Lights – I Just Got To Believe

THE CITY LIGHTS - I Just Got To Belive

Injusto trato es el que a veces se recibe en el mundo del rock. Lo mismo te aúpan que, a reglón seguido, te cubren con el velo de la indiferencia.

Como pliego de descargo podría argumentarse que es imposible seguir la descomunal avalancha de lanzamientos mensuales. Es obligación nuestra, por tanto, estar atentos para que no se diluyan excelentes trabajos, evitar que increíbles discos pasen sin pena ni gloria.

The City Lights no deberían ser unos desconocidos para el aficionado. ¿Por qué? No nos andemos con rodeos y digámoslo claro: en la actualidad son la mejor banda australiana de power pop y una de las cinco mejores de este género que puedan encontrarse repartidas por el mundo. Con el olfato siempre alerta, Ruta 66 ha sido la única publicación española que les ha cedido espacio. Su impresionante primer disco, Escape From Tomorrow Today, fue reseñado en Ruta 215. Con motivo del segundo álbum, El Sol, fueron entrevistados en Ruta 254. Y la amplia gira española de 2009 fue debidamente cubierta en Ruta 258.

Sorprendentemente, ha salido a la venta su tercer trabajo, I Just Got To Believe, y compruebo con asombro que la prensa musical hispana sigue sin dedicarles ni un solo párrafo. El problema con el que siempre han tenido que bregar es que no son una banda al uso. The City Lights son un colectivo donde sus integrantes mantienen carreras estables en otros grupos. Solo cuando sienten la necesidad, se juntan, graban, giran y vuelven a desaparecer. Esta intermitencia es mala en un negocio donde se castiga los vaivenes. Inconveniente agravado por el largo tiempo transcurrido desde 2007, el año del segundo elepé. “Estuvimos girando por el extranjero durante 2008 y 2009 para presentar El Sol”, dice James Roden. “Cuando llegamos a Australia comenzamos a componer las canciones de este disco. Y nos llevó un año. Finalmente en 2010 lo grabamos, pero no nos gustó como quedó. Además, otros miembros de la banda tuvieron que atender otros proyectos personales. El tiempo seguía pasando y era imposible juntarnos todos de nuevo para volver a grabar el elepé. Así que, entre 2011 y 2012 empezamos a regrabarlo entre tres. La idea era que sonase menos a estudio, que capturase el sonido de la banda en directo”.

Efectivamente, la primera sorpresa salta antes de empezar la escucha, leyendo los créditos: ahora funcionan como trío. Además de los hermanos James Roden (voz, guitarra) y Harry Roden (bajo), sigue Graeme Trewin con la batería. Los diez temas paran el reloj en veinticuatro minutos. Son canciones cortas, fuertes, primitivas en sus arreglos y que enganchan rápidamente por su acelerado ritmo y pura inmediatez. “Teníamos un objetivo muy claro: prescindir de la grasa e ir directo a la garganta. Queríamos capturar esa esencia, no pensar demasiado”, dice Graeme Trewin. “Este álbum es mucho más instintivo, totalmente crudo y desnudo. Las canciones de este disco son, con mucho, las mejores que James ha escrito. No me refiero solo a la música, las letras también. Todos hemos tenido mucha mierda en los últimos años y James ha puesto su corazón en lo que cuenta en las canciones. Le llevó mucho tiempo porque, como dicen, la vida se te interpone en el camino. Hemos tenido que buscar tiempo en las altas horas de la noche, e incluso dedicar fines de semana completos para darle forma. Hemos puesto todo el alma en el álbum”.  James Roden añade: “El disco cuenta historias basadas en mi vida o en la de mis amigos, pero siempre tratando de que tengan carácter universal”.

 

«What Does It Take» tiene ese rollo blues británico de los sesenta que tan bien representaron los Yarbirds y Stones. Y «De-Evolution Revolution» y el single «Without People You’re Nothing» —que describe las necesidades humanas más básicas como son el amor y la comprensión y cuya apertura con ese redoble de batería recuerda a «Janie Jones» de The Clash— son himnos sudorosos, rápidos, contagiosos e imposible no dejarse llevar por ellos. “El sencillo es una diatriba sobre la cada vez mayor aparición de idiotas”, explica James Roden. “Sobre los que niegan el cambio climático, los fanáticos de la religión, los contrarios a las vacunas, los presentadores de telebasura, los trols y los fascistas musicales. Son charlatanes que acaparan mucha atención y que insisten en que su opinión tiene que ser escuchada a pesar de no tener una base lógica. Pero también es un título apropiado para un álbum, porque los grupos tienen que tener mucha confianza en sí mismos. Nunca hay que subestimar las palabras amables que van dirigidas a una banda. Muchas veces los propios componentes suelen ser los peores críticos. Recuerda: sin la gente no eres nada”.

I Just Got To Believe tiene una calidad agresivamente optimista, acordes de guitarra cortos, riffs repetitivos y pegadizos, toneladas de música soberbia con ritmo rápido al viejo estilo y letras que rompen este letargo musical de bandas que no tienen nada que contar. Pero su principal grandeza musical es el carácter de trío. Una formación donde se hace más evidente el gusto de James Roden por la mejor música británica de finales de los años setenta, con la que crecieron, la de la escuela The Who, The Clash y The Jam. Por otra parte nada extraño si tenemos en cuenta que James siempre ha citado a Paul Weller y Joe Strummer como sus máximas influencias, e «In The City» como la canción que cambió su vida. Sin duda, es el disco que une el power pop australiano con los punks y mods británicos de finales de los setenta. Desde el capitán James Cook, Australia e Inglaterra nunca habían estado tan unidas. Y aquí sigue sin enterarse nadie.

 

MANUEL BETETA

 

 

 

One Comment

  1. Los dos primeros fueron publicados en su momento en España. ¿Nadie se va a atrever a publicar esta joya aquí?

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