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Ron Sexmith. Con él llegó el buen gusto

sexsmithEra la noche de un domingo gélido en Madrid y, tras haberle visto hace cuatro años en Madrid en el mismo sitio (El Sol) actuando ante apenas treinta personas, las cosas no pintaban muy bien en esta ocasión. Sin embargo, algo cambió, algo fue distinto. La gente se agolpaba a las puertas de la mítica sala madrileña. Me topé con Álvaro Urquijo en la cola de acceso y cuál fue mi sorpresa cuando entré y el local estaba prácticamente lleno. Fue la primera alegría de la noche. Ron Sexsmith es un artista internacionalmente consagrado, aclamado por leyendas vivas como Paul McCartney, y merecedor de un altísimo estatus tras casi veinte años de carrera impecable y trece impolutos discos a sus espaldas.

Mr. Sexsmith salió a tocar el primer tema en solitario para que, inmediatamente después, se le uniese una banda sólida y solvente. Parecían un grupo de forajidos, con una actitud brutal. Bastaba con observar sus canas (y la camisa del guitarra también) para darnos cuenta de que estábamos ante a una de esas bandas míticas de la música popular americana. Y ahí comenzó la fiesta. Pero no se trataba de una fiesta de bailes y gritos, sino de una fiesta para el alma, para el regocijo interior. Daban ganas de mascar cada una de las canciones y de no tragarlas para que no se nos fuera su sabor. Pero según terminaba una venía otra, y así hasta casi treinta temas, prácticamente sin interrupción alguna. Sexsmith hizo un recorrido por casi toda su discografía aunque centrándose, sobre todo, en sus tres últimos discos. Interpretaba cada tema con la seguridad y la delicadeza de un orfebre que esculpe a mano su obra con todo el cariño que se merece. Sus letras son poesía y las melodías son sus acompañantes perfectos. Hubo tiempo hasta para que el canadiense se marcase alguna que otra palabra, (son)risa incluso. La banda salía y entraba del escenario como un reloj suizo según convenía y en el último tercio del recital sus componentes dejaron sus instrumentos e hicieron los coros con el teclista a la pandereta.

 

Como detalle (creo que) significativo hay que decir que, además del mencionado Urquijo, ahí estaban artistas patrios como Quique González, Leiva, Jero Romero o Paco Bello. Pegado al escenario vi bailar en solitario cada tema a Santi Alcanda.

Fueron casi dos horas de música de verdad, en las que el artista no dejaba tiempo para los aplausos entre canción y canción y, claro, todos se refundieron al final. El Sol hirvió. El Sol cayó. Haciendo honor a su nombre, El Sol calentó una noche de febrero en Madrid.

 

PEPE MAZA

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