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Primavera Club 2012

Matadero, Madrid

En pocos festivales se ha respirado un ambiente tan triste como en el presente Primavera Club, al menos en lo que a su edición de Madrid se refiere. Todos los signos contribuían a ello: la tragedia del Madrid Arena que ha repercutido en unas absurdas limitaciones de aforo (que hubieron de pagar organizadores y público), una ridícula sobreprotección policial que produjo la cómica estampa de ver a cincuentones mostrando su DNI a la seguridad para demostrar que no eran menores de edad, el anuncio por parte de Primavera Sound que esta será la última cita en España (ya que el próximo año se celebrará únicamente en Burdeos y Guimarães), la despedida temporal de LOS PLANETAS, el desangelado frío de las salas y los SWANS, que estremecen al más curtido. Además, el Matadero poco puede hacer para ocultar su pasado como exterminador de reses, por mucho que se le haya intentado dar un barniz de modernidad cool. Un marco ideal para preparar el Apocalipsis, vaya.

 

 

Vencedores del festival por K.O. en el primer asalto fueron SWANS. Improbables víctimas de un hype que, recordemos, se han labrado merecidamente por dos discos notables y totales como son My Father Will Guide Me up a Rope to the Sky (Young God) y, especialmente, The Seer (Young God) el concierto de la banda de Michael Gira había conseguido generar una expectación sin precedentes, alimentada por todos aquellos que los han podido ver en tiempos recientes. No estaban equivocados: después de la recepción a la entrada del recinto por un par de azafatas que aconsejaban la utilización de tapones, la engrasadísima maquinaria de Gira ofreció uno de esos escasos conciertos que devuelven la fe al incrédulo y que recuerdan que hay grupos mejores y peores, pero sobre ellos están las formaciones únicas e irrepetibles, que no toman prisioneros: Swans son unos de ellos. Con un repertorio formado por dos temas de The Seer, dos temas inéditos y una fantástica revisión de «Coward» que pone de manifiesto el giro orgánico que ha tomado la producción de Gira en la última década, apelar a lo extático, lo físico o lo extremo para definir la música del grupo americano no es más que reducir a convencionalismos una de las experiencias más arrebatadoras que uno puede experimentar en directo. Una experiencia que, no olvidemos, no tiene nada de feísta o efectista ni tiene un ánimo deconstructor, sino que nace de la milenaria pretensión de conquistar la belleza y conectar con lo trascendente a través del arte, nada más y nada menos. Informa el compañero Esteban Hernández que el de SIR RICHARD BISHOP fue un concierto a contrapelo para un festival (guitarra acústica, espacio intimista, aforo reducido). A medio camino entre el weird folk y las aportaciones de John Fahey, el Sun City Girls se marcó un concierto luminoso, intenso y cautivador, abriendo grandes espacios con elementos mínimos.

El mismo viernes, DEERHOOF y TOY habían ofrecido dos conciertos que sintetizan bien la personalidad intrínseca del Primavera Club del que ahora nos despedimos, y que es la posibilidad de disfrutar a grupos a los que sería difícil acceder en el contexto de una gira convencional. Ambos fueron las grandes sorpresas del festival. Los primeros porque con su glam-japo-noise-rock colorista superaron las limitaciones inherentes a sus álbumes, demasiado dispersos para aguantar un gran número de escuchas, a través del desafío continuo a las expectativas del público y una puesta en escena enérgica y excéntrica. Los segundos porque, volumen e intensidad mediante, le sacaron partido a su limitado repertorio en un concierto que ganaba enteros cuando se acercaban más a la psicodelia motorik que al noise-pop de My Bloody Valentine. Harina de otro costal fueron los VACCINES, que después de Swans, parecieron una parodia de la parodia de la parodia del último hype inglés, y que sonaron particularmente planos y facilones, para solaz de un buen puñado de admiradores.

La polémica marcó el sábado cuando solo unos 100 afortunados que hicieron cola toda la tarde pudieron ver a REDD KROSS. El resto de mortales tuvimos que conformarnos con la Alineación de Los Planetas, un minifestival temático conformado por algunos de los grupos preferidos de la banda granadina, entre los que se encontraban LOS PUNSETES, AIRBAG y KLAUS & KINSKI. Airbag son un punto y aparte en el rock nacional, gracias a haber creado un culto fiel entre sus seguidores que para el ajeno al mismo (como el que firma) resulta difícil de comprender. Hay que reconocer que si entras en el juego, la fórmula de buenas melodías, letras cotidianas con las que resulta fácil identificarse y credibilidad punk-pop puede resultar irresistible. Pero si no lo haces, como ocurrió con gran parte del público, es sencillo pensar que la locura no está justificada. Al menos, se trata de un grupo que tiene un concepto claro, como también ocurre con Los Punsetes, a los que se les puede recriminar algunas cosas, pero no ser ellos mismos. Expertos en explotar sus limitaciones, y redimidos por esas canciones rotundas e hímnicas («Dos policías», «Alférez provisional» o «Tus amigos»), quizá convenga recordar que, por mucho que se diga, se encuentran más cerca de Wedding Present que de esos grupos nacionales con los que se les suele comparar.

Como broche final, LOS PLANETAS prometieron un pase con aires de despedida («será nuestro último concierto en mucho tiempo», afirmaban en la prensa) y con ello, un largo concierto en el que ofrecerían unas cuantas sorpresas. La cosa no fue exactamente así, a pesar de alcanzar la marca de dos horas y veinte minutos, aunque tampoco hizo falta. Urge volver a analizar el fenómeno planetario en España, o cómo un grupo inspirado en Galaxie 500 y Spacemen 3 consiguió convertirse en la banda generacional de los 90 y encaró su inevitable decadencia sin caer en lo fácil. La polarización entre fans y detractores extremos de la banda, sin parangón en nuestro país, ha impedido afrontar el grupo con un poco de perspectiva. 20 años después, resulta sencillo simpatizar con J y los suyos: consiguieron labrar su propio camino, ayudar a espolear el panorama independiente en España, grabar un puñado de buenos discos, reivindicar a los grupos correctos y ganarse unos cuantos enemigos por el camino. Pocas bandas en España pueden afirmar haber hecho tanto. Además, su célebre irregularidad en directo parece haberse extinguido, y en el Matadero estuvieron lo suficientemente bien para que algún treintañero perdiese la voz coreando «Santos que yo te pinte», «Segundo premio» o «Un buen día» y para que otros echasen pestes sobre su muy interesante deriva flamenca, con la que abrieron y terminaron el concierto, en una clave más intimista y expansiva. Al igual que lo ocurrido con el concierto de los granadinos y con el Primavera Club, si el fin del mundo llega este mismo diciembre, el planeta no se extinguirá con un estallido apocalíptico, sino con un suspiro de resignado cansancio.

Texto: Héctor G. Barnes

Foto: Luis Lecumberry

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