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The Cult en Barcelona y Madrid

El origen de la banda, bajo el epígrafe Southern Death Cult, se remonta a 1981. En Bradford el vocalista Ian Astbury se unía con Buzz Burrows (guitarra), Barry Jepson (bajo) y Nawaz Qureshi a la batería. Por esa época la situación musical era algo confusa, con la primera generación del imperdible dando sus últimos coletazos, los dinosaurios en plena regeneración y unos cuantos movimientos, la electrónica, el tecno, los llamados nuevos románticos y el after punk y el rock gótico, en proceso de eclosión. A esos dos géneros citados en último lugar se afiliaron en sus primeros discos, Dreamtime (1984) y Love (1985), ya con el guitarrista Billy Duffy incorporado al equipo y con el nombre abreviado a The Cult.

 

Dos trabajos que llamaron la atención de la prensa británica, tan dispuesta siempre a la caza de nuevos talentos, y que les reportaron popularidad. Sobre todo con Love, donde añadieron toques de psicodelia oscura y que contenía un par canciones que todavía hoy están entre lo mejor de su repertorio, «Rain» y «She Sells Sanctuary». Extensivas giras, salto a EEUU y Canadá, y los conflictos personales latentes empiezan a aflorar. Se ponen en manos de Rick Rubin para su siguiente álbum y reaparecen convertidos en una maquina de precisión hard rock. No es para menos, Electric (1987) y, posteriormente, Sonic Temple (1989) son dos piezas de resistencia de cómo conjugar calidad y comercialidad bien entendida. Los singles extraídos de ambos trabajos, «Love Removal Machine», «Lil’ Devil», «Wildflower», «Fire Woman», «Eddie (Ciao Baby)», «Sun King», «Sweet Soul Sister», suben como la espuma en las listas y los convierten en una banda puntera durante la segunda mitad de los ochenta y principios de los noventa. Las rencillas y la mala relación personal entre sus dos líderes, Astbury y Duffy, estallan definitivamente durante los días de pre producción de Ceremony (1991). Prácticamente no coinciden en el estudio y se lanzan puyas a mansalva cada vez que pueden. Y eso se nota, el disco no es tan bien acogido y pese a algún tema, «Wild Hearted Son» o «Heart & Soul», no logra alcanzar las ventas de los anteriores. Eso marca una espiral de autodestrucción, con el homónimo e irregular The Cult (1994) por medio, que finaliza en una disolución más que anunciada poco antes del verano del 95. Desde entonces una serie de encuentros y desencuentros, unos con más fortuna que otros, y grabaciones que alternan altibajos, Beyond Good & Evil (2001), Born Into This (2007) o el reciente Choice of Weapon (2012). Disco que los muestra ciertamente recuperados y donde la química parece volver a funcionar. Una banda excelente cuya existencia ha sido marcada por la batalla de egos y personalidades entre Ian y Billy. Pero quizás esa lucha sea uno de los motores que han hecho de ellos una de las parejas creativas más importantes y ricas del panorama contemporáneo. Un ente bicéfalo en sempiterna lucha contra sí mismo. Capaces en una buena noche de pegar fuego a cualquier escenario que se les ponga por delante, memorable el concierto que ofrecieron en la ciudad condal en su última actuación (2007), The Cult todavía pueden presumir de ser una gran atracción en vivo. Estarán el 17 de julio en Barcelona, Razzmatazz, y el 18 en Madrid, La Riviera.  

Manel Celeiro

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