Jero Romero
City Hall. Barcelona
Lluviosa noche en la ciudad condal que Jero Romero iba a encargarse de calentar con su show. Abre la velada Santi Campos, con la solitaria compañía de su guitarra para demostrar que sigue siendo un compositor único. Canciones desnudas, a menudo cantadas incluso fuera de micro (algo impensable en Campos hace años), hermosos retazos de cotidianidad en forma de melodía. Un soberbio compositor aunque muy pocos lo sepamos. Santi nos avisa: cuidado con lo que viene ahora. Y aparece Jero Romero con su banda. Empiezan a saltar y ya no van a parar de hacerlo hasta el final del concierto. Se divierten. Mucho. Y eso nos divierte al resto de asistentes.
Cantamos a grito pelado las canciones de Cabeza de León. Es imposible no hacerlo. Porque lejos de la dulzura y la delicadeza del disco, la banda arremete con ellas de manera poderosa. Han venido a dar un concierto de rock y van a demostrarlo. Suenan intensos, perfectamente acoplados y Jero está cómodo. No sufre los nervios de una presentación de disco. Disfruta. Y toda la sala lo hace con él. Caen canciones como «Desinhibido», «Señor Gigante» que inicia el concierto, o «Correcto». Muy juntos siempre. Algo que ya se observa en la manera en que están colocados los instrumentos antes de empezar. Quieren sonar como uno sólo y lo hacen. Con mención especial para Charlie Bautista, quizá el mejor músico de este país, que toca de todo y todo bien. Fiel escudero al servicio de un Jero que sigue cantando mejor que nadie. Salir de una sala rodeado de la misma sonrisa que llevas tú en la cara no tiene precio.
Eduardo Izquierdo
Foto: Raquel Sánchez