Encuentros

Chuck Prophet, Practicando la Autopsia al Sueño Americano

Guitarrista en uno de los grupos clave del llamado Nuevo Rock Americano, desde 1990 el músico californiano edita sus propios discos, obras que le han ido ganando la admiración de muchos. Como reconoce en esta charla, ha florecido tarde como artista. Dudo que los que escucharan a Green On Red en su época sospecharan que el talento a seguir era el del guitarrista, al menos no era mi caso. Tanto Chuck Prophet como Chris Cacavas han mantenido muy estables, y estimables, carreras en solitario, todo lo contrario que Dan Stuart.  

 

 

 

En el caso de nuestro protagonista, la suya sigue una espectacular tendencia ascendente que ha desembocado en sus fantásticos dos últimos discos. Tanto Soap & Water como el reciente Let Freedom Ring, suenan frescos, poderosos e inspirados, discos de rock’n’roll clásico pero no viejo, eruditos a la vez que populares, reflexivos pero sin descuidar darle gusto al cuerpo. Hay quien lo compara con Tom Petty, pero Petty hace muuucho tiempo que no graba discos como estos. Mejor parece esa comparación que lo asimila a un cruce entre Alex Chilton y Willie de Ville. Prophet pasó su particular travesía del desierto durante los noventa, años en los que si bien mantuvo un más que digno nivel artístico, no le resultaron provechosos en lo profesional: “Me sentía incómodo, casi ridículo. Miraba a los escenarios y no entendía nada, sólo veía chavales en pantalón corto… Por suerte, ya no es así”. Y tanto que no. Desde que en 2002 consiguiera infiltrarse en las ondas con un mini-hit titulado «Summertime Thing», la bola no ha dejado de crecer: giras con Lucinda Williams, colaboraciones con Kelly Willis en Nashville, apariciones en el televisivo programa de David Letterman, canciones colocadas en películas y series… En fin, parece que el presente pinta bien para Prophet, y que además tendremos la suerte de disfrutar de su presencia en la gira que en abril lo acercará a nuestro país.

Tus últimos discos parecen disfrutar de más espacio y mejores críticas en la prensa europea. ¿Notas lo mismo en EE.UU.?

En realidad, me va bastante mejor allá. Al final muchas cosas pequeñas van sumando hasta hacer algo más grande.

Echando un vistazo a las críticas aparecidas en tu país he leído algo que me ha llamado la atención: “Let Freedom Ring es un Born in the USA de nuestro tiempo. Ambos manifiestan patriotismo a través del desencanto, y los dos se apoyan en personajes marginales para exponer la desgracia socioeconómica”. ¿Qué te parece?

Es muy agradable, yo no lo diría así, pero no voy a protestar si alguien escribe algo como eso.

¿Lo ves como un disco político? Algunos de los títulos, «American Man», por ejemplo, sí lo sugieren.  

No es político de una forma directa, pero sí lo veo como una colección de fotografías de lo que le pasa a la gente en mi país. Son canciones políticas para gente que no está interesada en la política, gente que está viviendo en un momento particularmente angustioso y duro.

¿Fue algo premeditado o simplemente te diste cuenta al ver las canciones juntas?

No, esa era la idea antes de empezar el disco. 

A mí me gustan más tus últimos discos. Me encanta tu debut, Brother Aldo, y aunque no creo que hayas grabado malos discos, sí me parece que eres uno de esos raros casos en el ambiente del rock’n’roll que mejora con los años.

Sí, yo también creo que soy un artista que ha florecido tarde, pero lo mismo le pasa a gente como Lucinda Williams, por ejemplo. De todas maneras, puede que tengas razón, no es lo más normal, también a mí me han decepcionado algunos de mis favoritos, y no quiero dar nombres. 

¿Porqué ir a México a grabar?

Los estudios en América están volviéndose muy aburridos, se trabaja con demasiada tecnología. Viajar a México DF fue una especie de aventura, es una ciudad muy peligrosa y extrema en todos los sentidos. No voy a decir que tuviera miedo, pero había veces que miraba al techo y pensaba: “Qué he hecho?”. Allí conviven la pobreza extrema con la riqueza más exagerada, el clima también es extremo, la policía es realmente peligrosa, y al mismo tiempo te encuentras con la gente más encantadora, como la del estudio en el que grabamos. Nada más bajar del avión podía sentir como vibraba el mundo bajo mis pies (no exagera, llegó durante un terremoto), las ventanas vibraban, se iba la luz en el estudio a media toma… Creo que todo eso está en el disco.  

Llevas viajando con tu música desde la época de Green On Red. ¿Se ve de manera diferente el país de uno cuando se está fuera?

Completamente. Es como si lo miráramos a través de los ojos de los demás. Me encanta mi país pero también puedo ver sus defectos, cómo se comporta de una manera intimidante, casi matona en ocasiones. De todas maneras, creo que nos fijamos demasiado en las fronteras, y al final cuando vas creciendo ves que no somos tan diferentes unos de otros.

Cuando se enteró que iba a hablar contigo, un amigo se empeñó en que te preguntara como se consigue ese sonido tan característico de guitarra.

No tengo ni idea. Sí me doy cuenta de que suena bien cuando oigo las grabaciones, pero no suelo reflexionar sobre eso. Quizá es que toco la misma guitarra que me compraron cuando entré en Green On Red. Tengo otras, pero mi favorita es esa Fender Squire, que no es demasiado común.

Poco a poco tu música ha ido incorporando elementos más allá del rock de raíces habitual. Tom Verlaine o Richard Thompson en los solos, algunos toques nuevaoleros, secciones de cuerda, e incluso coros infantiles, platos hiphop. No se puede decir que sea algo habitual dentro del tipo de música que practicas.

Lo primero es la canción. Cuando la tengo, empiezo a pensar quien la protagoniza, si podría llamar a Robert Duvall, a Ernest Borgnine… En realidad, trabajo como si fuera un película, y el casting es primordial. Luego busco una buena localización, si están en un bar y hay un tipo jugando con los platos, o en una iglesia y alguien se arrodilla mientras canta un coro de niños…

Veo que te gusta mucho el cine…

Me encanta, entre los veinte y los treinta vi un montón de películas, y fueron tan importantes para mi como la música.

Al mismo tiempo, te has atrevido a versionar entero un clásico del country de los setenta como Waylon’s Dreams de Waylon Jennings. ¿Cómo surgió esa extraña idea?

Bueno, estaba en un momento confuso artísticamente hablando. No sabía muy bien qué hacer y de casualidad me acordé de ese disco, uno de mis favoritos. De hecho, la portada de Brother Aldo, la tonalidad, los colores, están inspirados en él. El caso es que estaba en el estudio y comencé grabando las tres primeras, y de repente convencí al resto del grupo de que teníamos que grabarlo entero. Tuve que buscar parte de las letras, pero en un fin de semana estaba hecho. No es un disco oficial, se han hecho muy pocas copias.

¿Hay más discos que te apetecería versionar de cabo a rabo?

Ahora que lo dices, me gustaría hacer un disco de canciones de Andre Williams, crudo pero brillante, con sección de cuerda. Creo que es un poeta, un gran compositor de canciones. Me encantaría cantar algo como (poniendo voz profunda y sexy): “I’ll buy you a car, baby…”.

Puede decirse que fuiste el descubridor de Kelley Stoltz, cuya música no se puede decir que tenga mucho que ve con la tuya. ¿Qué discos te llaman la atención últimamente?

Curiosamente llevaba una temporada escuchando a Jay Reatard (la entrevista se celebró un par de días después de su muerte). Además, muchas cosas del año 1979: Johnny Thunders, Syl Sylvain, Dr. Feelgood, 20/20, Shoes…

No fue un mal año…

No, ya sé que en España gusta mucho ese tipo de power-pop. Plimsouls, Nerves… Esos fueron algunos de los primeros conciertos a los que asistí. También vi a los Zeros cuando todavía eran un trío, y ese final de década fue una muy buena época para la música en Los Ángeles.

Hablemos de las letras. Sin ser oscuras o demasiado literarias, sí son sutiles y ocurrentes, directas pero no obvias.

Esa es la idea, no podría decirlo mejor (risas).

¿Hay algún escritor que te inspire, músicos aparte, o salen de manera natural?

No sé, leo mucho, pero no demasiada literatura. Libros de historia, de cocina (más risas). Antes de ir a México leí un montón de libros para informarme. De todas maneras, supongo que a las canciones llegan cosas de mis favoritos, gente como Jonathan Richman, Lou Reed, Andre Williams, Jim Carroll…

Elvis aparece más de una vez en tus canciones. ¿Una fijación especial?

Bueno, Elvis, es una figura mítica, un chaval de Tupelo que llegó a ser mucho más grande que sus sueños. Además su historia tiene mucho de trágico, su muerte lo fue… aunque todas lo sean, la verdad. Es como un continente que tienes a tu disposición para explorar.

Me llama la atención lo bien escritos que están algunos de los artículos que subes al blog de tu web. Recuerdo uno estupendo sobre Alex Chilton, una de las cosas más emocionantes que he leído sobre él. ¿Lo ves como un modelo a seguir?

Sin duda. No recuerdo si en el artículo mencionaba a Young o Dylan, pero se le puede comparar a cualquiera de los dos. Alex Chilton se ha ganado a pulso su libertad y la usa. Graba lo que le da la gana, y todavía hace muy buenos discos.

También escribiste una bonita necrológica sobre Jim Dickinson. Parecías muy cercano a él. Supongo que aprendiste muchas cosas de él, no sólo musicales.

La verdad es que para mí fue una especie de gurú, de mentor, alguien para el que el rock’n’roll todavía era importante.

No sé yo si lo sigue siendo.

Para mi lo es. A través de él he llegado a directores de cine que me han marcado, o a la fotografía, cuando descubrí a William Eggleston a través de los discos de Big Star. No sé, he aprendido mucho de gente como The Clash, que me llevaron a Sugarhill Gang, a Joe Ely y desde ahí a Townes Van Zandt. Desde Ry Cooder llegué a Win Wenders y de éste a los expresionistas alemanes. De Dylan a Woody Guthrie, de los Stones a Robert Johnson… El rock’n’roll ha sido mi educación.  

CARLOS REGO

 

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