Encuentros

Capsula ¿Quién quiere matar a sus ídolos?

Su anterior Rising Mountains fue elegido mejor álbum estatal de 2009 por redactores y lectores ruteros. Vuelven con otra lección de rock pasional y electricidad desbocada que ampliará su culto. Para hacernos una idea. Charlar con Cápsula es como si lo hiciéramos con nosotros mismos. Alucinados androides viviendo dentro de un riff carnal que nos succiona una y otra vez. No nos dan tiempo para escaparnos y por eso editan In the Land of Silver Souls (BCore, 2011), otro tratado de poder sónico, libre y vertiginoso en el que se encierran en su particular visión de la música para sacar lo mejor de sí mismos.

 

 

Pura anarquía desbocada y sodomía eléctrica hecha para minar escenarios y derrumbar gobiernos. Cápsula viven para y por su música. Creen en ella. Y van a por ella. Lustra tus mejores zapatos y espera a que visiten tu ciudad. Nunca tus ídolos estuvieron tan cerca…

El disco ha sido producido por dos colosos de las mesas de mezclas: John Agnello y García. ¿Qué diferencias destacaríais y cuál es su mejor virtud?

Empezamos las grabaciones en Sant Feliu con Santi. Fue una experiencia muy intensa pero también divertida, ya que fuimos en verano y aprovechábamos para pasear por la playa por la noche cuando terminábamos las largas horas de sesiones de grabación. También fue un lujo porque utilizamos una grabadora Studer de cinta de 16 pistas del año 71, sin dolby. Sonido grueso, sucio y muy cálido. Un mes más tarde, aprovechando la última gira por EE.UU., terminamos la mezcla y la producción con Agnello en Brooklyn, en los estudios Headgear. John es una especie de mago, un alquimista del sonido. Todas las pistas que pasaban por sus manos se transformaban. Era como trabajar con un científico loco, pero con una personalidad muy entrañable. Se reía cuando le pedíamos que escondiera las voces detrás de las guitarras y nos decía que Led Zeppelin nunca hubieran pedido eso. Él nos había visto en directo y eso fue crucial porque nos animó a utilizar el sonido con la misma espesura que solemos crear en los escenarios. Para nosotros él es un referente que forma parte de muchos de los discos que amamos.

¿Por qué decidisteis contar con dos productores distintos en un mismo disco?

Nuestra intención era trabajar el disco en dos partes. Primero con Santi en Sant Feliu y luego con Martín en Bilbao. Pero gracias a la intermediación de un querido rutero Agnello se incorporó al equipo y eso fue una gran excitación que cambió todos los planes. Realmente fue parte de las circunstancias y al final salió espectacular. Hubo muy buena relación entre todos, tanto Santi como John estaban encantados de ser parte del proyecto y para nosotros fue una experiencia nueva que valoramos muy positivamente.

¿Estáis de acuerdo con la opinión de Ignacio Julià en la que expresa que no sabría decir si Cápsula han dado un paso adelante pero sí certifica que no lo han dado atrás?

A Juliá lo admiramos mucho, está dentro de nuestra iconografía rock. Su crítica dice que somos un grupo que reaviva el rock constantemente y que este nuevo disco nos ubica en el sitio donde debemos estar, en el ojo de nuestro propio huracán. Desde Rising Mountains sentíamos que aún teníamos mucho más que dar con nuestro sonido. Queríamos hincar aún más nuestros dientes en él y sobretodo en nuestro sonido de directo, ese que lleva grandes oleadas de guitarras, mucha contundencia en las baterías, distorsión y fuerza en el bajo. Somos sólo tres y es un gran trabajo sonar distintos en cada canción, sin instrumentación extra, pensado siempre en el directo. Creo que en In the Land of Silver Souls lo logramos. Cada canción suena distinta. «Hit’N’Miss» y «A Night in the Ocean», las favoritas de Agnello, son muy distintas entre sí y al resto del disco, «Under the Woods» en cambio es oscura pero con guitarras de la soleada costa oeste. En «Let’s Run Far Away» el bajo suena como un tanque en un mar de distorsión. Las imágenes de la letra son de Dylan Tomas. En «Communication» fantaseamos con Birthday Party, en «Town of Sorrow» con The Animals llevando guitarras filosas como estalactitas marcianas y en «Dreaming in Black and Blue» nos la jugamos a un blues zeppeliniano derritiéndose y evaporándose a 50 grados en la Patagonia. Cada canción es un mundo para nosotros. Teníamos 28 canciones para la demo del disco. Las catorce que quedaron fuera eran instrumentales y rarezas en la línea James Chance, cosas que nos quedaron de la época de la gira con Ivan Julian en Francia. Tuvimos que quitar canciones y fue muy difícil elegir.  

¿Os planteáis la necesidad de evolucionar de un disco a otro o sencillamente seguís los impulsos creativos intentando conseguir las mejores canciones posibles?

El proceso de ir haciendo canciones nuevas es constante. A lo largo del año vamos grabando pequeñas piezas, generalmente cuando volvemos de gira. Cada canción o sonido lo relacionamos con alguna ciudad donde hemos estado. Hay una evolución inconsciente que responde a una búsqueda personal. Está claro que jamás buscaremos repetir o duplicar el sonido que está en auge y eso nos protege y nos aparta al mismo tiempo del éxito momentáneo. Pero a la vez nos relacionamos de una forma muy peculiar con el público y con los demás grupos. En algunos aspectos nos sentimos referencia de muchos grupos aquí y fuera, y eso nos enorgullece. En Los Ángeles tocamos varios días. En el segundo concierto, dos chicas se acercaron a Coni para decirle que después de ver a Cápsula en vivo fueron a Salvation Army a comprarse un bajo y comenzaron a tocar esa misma tarde. Eso es algo que nos halaga. Vemos que nuestra relación con el público es intensa y eso nos completa. Por eso nunca hemos querido sonar como el último grupo del momento. Nunca lo hicimos y eso implicaría ser muy deshonestos con nosotros mismos. Nuestro recorrido no tiene una forma estricta y exacta, sino que responde a los impulsos que recibimos. Puede ser cualquier cosa y muchas veces son obsesiones. Siempre tratamos de empujar hacia adelante y atrapar lo desconocido.      

El disco tiene un fantástico poder envolvente, un lisérgico envoltorio que lo cubre todo. ¿Buscasteis ese sonido que acaba dándole un concepto sonoro al álbum?

Gran parte fue gracias a que Agnello nos había visto en directo y consiguió reflejar en las mezclas ese espíritu de psicodelia anárquica y personal que hay en él. En las letras siempre está el material onírico y azaroso que termina influenciando nuestra idea sonora y viceversa. Con el tiempo y las giras fuimos descubriendo cómo poder transformar una guitarra, un bajo y una batería en una montaña viviente de sonidos. Hay muchos que parecen rayos luminosos, figuras animadas, espectros u animales, pero al fin y al cabo son sólo tres instrumentos que siempre están en proceso de ebullición, sin ninguna instrumentación adicional. Nos sobreexcita atrapar a manotazos sonidos en el espacio.  

El disco me incita a la velocidad, a correr. ¿Cuál es el efecto que buscáis sobre vuestro oyente potencial?

Eso es responsabilidad de la base rítmica. Entre Coni y Nacho forman un bloque de adrenalina que genera las sensaciones que describes. A mí también me pasa tocando con ellos. A veces estar encima del escenario es como ir subido a un bólido de alta velocidad sin frenos y a punto de estrellarse.

Todo el mundo os compara con Sonic Youth, Velvet y Stooges como influencias básicas para definir vuestro sonido. ¿Cuán peligroso es estar tan cerca de vuestros ídolos al ponerse a componer?

Son básicas pero no las únicas. Está claro que los adoramos, pero el músico, ante todo, es fan de grupos de generaciones anteriores. Si no lo es, escatima en demostrarlo o es fan de si mismo, es un ser despreciable. Por eso no lo vemos peligroso, al contrario, es vital. ¿Qué músico no quiere estar cerca de sus ídolos en un sentido compositivo, real, onírico o el que sea? Todo vale. Con Ivan Julian hablábamos de Nellcote como si él, Martín y yo hubiéramos estado allí y conociéramos a la perfección cada cosa que había sucedido. ¿Quién no adora al máximo a Keith Richards? Y a su vez, Keith Richards, hizo patente su pasión por Chuck Berry desde la primera vez que habló en una entrevista. Bowie mismo dice que después de ver a Elvis en directo, él quería ser Elvis Stardust, además de intentar escribir como Lennon. Sex Pistols no niegan que todas sus canciones son directamente riffs de The Who. Por suerte no hay grupo o músico en la historia que se crea original o único, todos tomaron un rasgo de algún músico o grupo de la generación anterior. Es como una cadena de influencias y ahí radica la belleza, en como atrapar esa influencia y convertirla en algo nuevo que sirva para las nuevas generaciones.

Imagino que habéis tenido la oportunidad de conocer a alguno de vuestros ídolos. ¿Han sido todas experiencias buenas? ¿Alguna decepción?

Tenemos muchos ídolos y hemos tenido la oportunidad de conocer a algunos. Va relacionado con la respuesta anterior. Y es que, con el tiempo, nos va bajando el nivel de excitación al conocerlos y descubrir que, al final, son seres apasionados por la música, por los discos, por sus propios ídolos, por el sonido y por los instrumentos, igual que nosotros. Por lo menos son de esas cosas de las que hablamos. El último fue Lenny Kaye, en los camerinos en Austin. Chuck Prophet nos lo presentó diciéndole que Cápsula son la banda más alucinante del universo. Nuestra única decepción es con Bowie, que por más que lo intentamos aún no hemos llegado a tenerle cerca, a pesar de soñar mucho con él.

En el disco reconozco el influjo de los Cramps y su macarreo…

Adoramos a los Cramps. Debo reconocer que esta pasión creció cuando empezamos a vivir en Bilbao. Hace poco estuvimos en Sacramento de gira, ciudad donde Lux Interior y Poison Ivy se conocieron. De todas las ciudades donde estuvimos fue en la que nos sucedieron las cosas más extrañas. Desde presenciar una lucha entre dos transeúntes estilo greco-romana en la que hubo sangre, porque uno de ellos no había tirado su basura dentro del cubo de reciclaje, a tocar en una sala donde todo el mundo sabía que estaba embrujada. Ya era algo normal que las luces explotaran o que volaran objetos.  

«Into My Skull» y «Wild Fascination» me evocan al Iggy más clásico. ¿Qué os parece esa nueva etapa con Stooges: un timo, o una manera lícita de sacarle partido a uno repertorio?

«Into My Skull» es nuestro homenaje a Pescado Rabioso, grupo de Sudamérica de finales de los sesenta. Su música y sus imágenes las llevamos escritas en nuestros huesos, más aún, en nuestro cráneo. Grupos como Pescado, Manal o Pappo’s Blues los escuchábamos en nuestras casas una y otra vez desde pequeños. «Wild Fascination» tiene varias cosas ahí metidas para descifrar. Stooges es posible que estén presentes siempre sin darnos cuenta. En relación a la pregunta sobre Iggy, creemos que él tiene una edad y una trayectoria y que por ello se le puede perdonar todo. Tampoco nos parece tan mal que las nuevas generaciones que no pudieron ver en su momento a los Stooges originales, hayan podido ver a los hermanos Asheton tocar juntos otra vez o a Iggy hacer Raw Power con James Williamson nuevamente. Iggy es Iggy.

Cuando veo a grupos quejarse de que faltan salas, apoyo institucional y otras excusas insufribles, siempre pienso en vosotros y el currele que os pegáis y acabo pensando que lo que les falta es pasión y ganas. ¿Cómo veis la escena actual en España?

Creemos que las generaciones anteriores lo tuvieron mucho más difícil. Estaban perseguidos por la policía, intentaban meterlos presos, sacarles dinero, no existían salas de conciertos, los grupos tenían que inventarse los sitios para tocar. De apoyo del gobierno ni hablar, al contrario, suerte tenían si los gobiernos no los mataban o los llevaban a los banquillos de los tribunales. Así que, mira, en nuestro caso, siempre tuvimos la intención de girar todo lo posible. La vida en la carretera se ha convertido en parte de nuestra cotidianidad y es donde más a gusto nos sentimos. Cuando empezamos teníamos claro que el camino no sería todo delicias, pero como disfrutamos tanto de la energía del escenario, sería una contradicción quejarnos de algo. Estamos viviendo nuestra propia aventura y eso reconforta. La escena va cambiando, lo notamos, y en cada etapa hay qué pensar rápido que camino tomar.

Os pasáis la mayoría del año en la carretera. Contadme lo bonito y lo duro…

Lo mejor de la carretera es toda la gente que vas conociendo en el camino. Compartir momentos muy intensos con gente que tal vez no vuelvas a ver en tu vida. De lo duro nos olvidamos rápido.

Habéis girado mucho por Estados Unidos y, por lo que me han contado, allí las giras son mucho más duras. ¿Habéis notado un incremento de público cada vez que volvéis?

La gira que hicimos en octubre pasado fue la quinta que hacíamos allí. Las primeras veces tocamos en Nueva York y Austin, y esta vez recorrimos toda la costa oeste hasta llegar a Seattle e hicimos otras ciudades del centro. La verdad es que el incremento de público y de atención de los medios allí es algo que vamos notando cada vez que volvemos. Tenemos mucha suerte y en cada gira nos suceden situaciones inesperadas. Normalmente los medios que nos apoyan son gente que nos ve en directo y se convierten en fans inmediatamente. Puro amor al rock. Algo que nunca pensábamos que podía pasar en Estados Unidos. Antes creíamos que allí todo era 100% business, pero en nuestro caso ha sido 100% amor al rock. Nos apoyan desde radios universitarias hasta David Fricke. Son las típicas cosas extrañas que nos suceden con Cápsula, y los que en ese momento estuvieron cerca lo pueden certificar. Los primeros sorprendidos siempre somos nosotros.

Por último me gustaría que me dijerais un disco que os hace llorar, un disco que os hace sonreír y un disco que os arranca los impulsos más sucios.

David Bowie, The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars. Pescado Rabioso, Artaud. Iggy & The Stooges, Raw Power.

ANDREU CUNILL
Publicado en Ruta 281 2011
Versión íntegra de la entrevista

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