Discomático

Built To Spill – There Is No Enemy

Pletórica, melodiosa, urgente y ponderada, la séptima entrega del taciturno Doug Martsch proyecta a una banda que neutraliza la madurez abrazándola con vigor y al tiempo renuencia. Aunque en principio se echen en falta aquellas largas fugas en las que se reblandecía el reloj —pienso en «Going Against Your Mind», que abría su antecesor You In Reverse (2006)—, pronto se advierte que el razonado amontonamiento de ricas y variadas materias primas ha producido su álbum más centrado, más asequible para otros públicos, de más duradero disfrute por sus prolijas tonalidades.

Quienes sesteen con las últimas galletas de Neil Young, prueben a vadear «Oh Yeah» sin sentirse arañados por su ronca, electrizante dirección. Pero hay aquí, además de la habitual riqueza contradictoria en letras que suenan inteligibles pero quizá no lo sean tanto, brotes inauditos apuntando a un durmiente pasado hardcore tanto como a esa jalea real pop a la que siempre aspiraron los de Idaho. Escúchense «Nowhere Lullaby» o «Done», simple cata de los hermosos cronopios aquí verazmente inscritos. Francamente, por esa longevidad en tan acelerados tiempos y su carácter personal un tanto cenizo, se les perdonaría que languideciesen como tantos otros de su generación. En absoluto: There Is No Enemy los capta en una imprevisible, rara plenitud. Hará archivar ya sobados ejemplares del último Dinosaur Jr. —aquí hay mayor luminosidad— y me impregnará a fondo este verano. Como si lo viera. 
 
Ignacio Julià

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