Encuentros

Miguel Noguera, Ultraviolencia 2.0

La publicación de su nuevo libro, de la mano de la siempre certera editorial Blackie Books, no va a dejar a nadie indiferente. Lean, lean… Piensa en slapstick verbal, humor negro y demente sacudiéndote por todos lados sin que lo veas venir. Encaja los golpes. Trata de sortear los que todavía están por llegar. Recibe un derechazo de hipérbole surrealista y muerde una lona que no es una lona, sino cualquier otra cosa. Lo que sea, porque todo vale.

 

  

Miguel Noguera no es un cómico –tampoco es boxeador- pero su particular propuesta ultra violenta (ya sea en forma de espectáculos hablados, colaboraciones radiofónicas o, ahora, libros de marciano contenido) difícilmente te dejará ileso una vez te haya alcanzado de pleno. Con este canario afincado en Barcelona no hay término medio: ¿humorismo sin compromisos o tomadura de pelo? ¿Surrealismo del nuevo mileno o una bobada de lo más ridícula? ¿Trasgresión o bufonada? Lo que sea, porque todo vale. Noguera escarba en el reverso tenebroso de todo aquello que nos rodea y deja que nosotros juzguemos si el tesoro encontrado es una mina de oro o un montón de mierda. Paja o humo, genio o absurdo. Lo que sea, porque –más o menos- todo vale. O no.

Humorista, monologuista, artista conceptual… ¿quién es Miguel Noguera?

A ver, me dedico a hacer monólogos, pero no busco la risa. Tengo formación artística, estudié Bellas Artes aquí en Barcelona, así que supongo que soy una especie de artista raro. En tu reseña me defines como “humo (terro) rista”, ¿no?

Sí, algo así como un terrorista del humor. O un humorista del terror, como tú prefieras.

Ya, ya… pero, no sé: hay un momento de humo ahí en medio, eso siempre es malo (Risas). Lo he captado, pero… joder, cuando generas un monstruo así, das un alma a la palabra y… “humo(terro)rista” suena a cóctel molotov. Es muy ambiguo, ¿no crees?

Posiblemente. Pero, ¿cuánto hay de humo en tu propuesta?

Supongo que eso depende de la persona que la consuma. Para mí, lo que hago es muy importante, ya que es la única actividad propia y productiva que hago; pero realmente puedo entender que alguien que esté escuchándome o leyéndome piense que todo es humo, vaya. Entiendo a quienes me critican, porque en el fondo tienen razón: lo mío no es un discurso muy comprometido con nada, más bien es algo delirante. Puedes valorar el delirio o pensar que es algo enfermizo e insano, que marea la perdiz… ahí puede haber mucho humo, eso está claro.

Lo que está claro es que abres muchas puertas: das la vuelta a las ideas y descubres nuevas interpretaciones.

Sí, bueno… a veces es lógica de judo, realmente. Vas ahí, intentando tirar al adversario al suelo y al final lo consigues, pero de un modo muy sucio; como que parece que no va a caer y al final cae un poco y te dan un cuarto de punto, ¿sabes? Pocas veces ves una caída de espaldas, un ippon como Dios manda… Para ganarte al público con una idea jodida, debes rascar y rascar hasta que sacas brillo al tema. Hay ideas que sabes de antemano que gustarán a la gente, que harán reír, por el rollo popular o escatológico… pero también hay otras que te gustan más y sabes que son complicadas, difíciles de encantar a la gente, pero si te lo tomas con calma…

…consigues un ippon.

Exacto. Aunque el objetivo principal es que la gente disfrute con ello. No que se rían, estrictamente, ya que lo que yo hago no es humor de comedia, que se mide con la risa, sino algo distinto. Para hacer reír genéricamente y objetivamente, debes tener chistes, y yo no tengo de eso. Lo mío es una risa más lateral, que identifica a la gente. Una dinámica rara, vaya. La risa no es obligatoria, pero es un buen gol.

Fútbol, artes marciales… ¡cuánto símil deportivo!

(Risas) Odio el esfuerzo, todo ese sacrificio propio de los deportistas. No me gusta sufrir haciendo las cosas: soy bastante vago y trato de conseguir todo de la manera más económica. Me gusta que la gente lo pase bien con lo que hago, pero también me gusta pasarlo bien a mí, ya sabes: todo muy rápido y sin dolor. La ley del mínimo esfuerzo. Así es como funcionan mis ultrashows.

 Llevas alrededor de seis años con ese tipo de espectáculos y ya eres todo un referente.

 Hombre, no sé… el público real de los ultrashows es muy pequeño. Es los últimos años he notado un aumento en el número de gente que viene a verme, pero todavía es algo muy íntimo y esporádico.

 Ya, pero no me negarás que lo tuyo es un caso aparte: junto a tus colegas, los Venga Monjas, casi podríamos hablar de una nueva corriente en esto del humor.

No sabría decirte. Creo que son cosas que, simplemente, se dan… Internet ayuda mucho; es muy fácil establecer vínculos a través de la red. Hay afinidad y entendimiento y, claro, si nos juntas, porque además somos amigos, pues parece “una especie de algo”. No sé, son climas… siempre hay gente, trozos de cosas afines, pero no totalidades. Venga Monjas, por ejemplo, empezaron muy influenciados por la gente de La Hora Chanante y luego tiraron por un camino mucho más personal…

¿Cuáles serían tus influencias?

 Nadie, conscientemente. Todo me influye, pero de otro modo. No sé… Faemino y Cansado son muy grandes. Chiquito de la Calzada también me parece muy bien por lo que es: quiero decir, como creador es enorme, pero está metido en un rollo muy clásico. Todo el mundo le admira, pero hay un desajuste raro ahí: la gente le toma como un referente, pero dudo que haya hecho nada conscientemente. A nivel de concepto, es muy salvaje, pero estoy seguro de que él no piensa en términos de “salvajismo conceptual”, simplemente habla a su manera, tiene sus frases… es inconsciente, no va a hurgar más en ello.

 Es una anomalía de lo más curiosa.

 Totalmente. Y hay gente que sigue enfadada e indignada con él, pero se ha ganado a su público. Tiene una dinámica muy particular, algo imposible de definir, con sus coletillas y todo eso.

 Tú también tienes las tuyas: lo de “la idea de…” ya es todo un clásico.

 (Risas) Sí, mucha gente dice eso, citándome y tal, como si fuera algo que lleva ahí toda la vida. No sé, es una forma de reivindicar algo extraño, mentando a alguien que más o menos te gusta.

 También hay gente que te odia.

 Sí, claro. Me he encontrado con mucho público, gente mayor especialmente, que no se ha cortado un pelo en expresar su odio hacia mí en algunos shows. Es muy exagerado. Me han llegado a tirar tomates y todo…

 Hace unos meses publicaste junto a tu colega Jonathan Millán el libro Hervir un oso. ¿Cómo surgió la idea de editar algo así, en tándem?

 Básicamente, al principio nos propusieron recopilar ideas e ilustraciones en un formato muy arty y marginal… y eso no nos convenció. Así que Jonathan y yo decidimos que haríamos algo que se pudiera comprar en Fnac (Risas), con una propuesta fácil de entender… sin confusión, ideas muy claras. A partir de ese punto, depuramos todo y… mira, ahí lo tienes. Ha quedado bien, ¿no?

 Mucho. Se nota que hay una buena labor de equipo…

 Es que nos entendemos muy bien: compartimos la misma forma de ver las cosas y el mismo humor. Es fácil filtrar las ideas, juntar ambos mundos y hacerlos afines en la forma de proceder. Por eso, cuando lees el libro, no queda muy claro quién ha hecho qué… aunque el trabajo duro es de Jonathan, que quede claro.

 En cierto modo, os ha salido un libro bastante amable. Se echa en falta algunas ideas más duras, de esas que a veces sueltas a bocajarro en tus shows.

 Tienes razón. Mi rollo es más escatológico, pero… hay ahí una idea muy dura en esas páginas. Vaya, sólo una (Noguera busca en el libro un sketch referente a una violación). ¡Esta es! No me dirás que no es dura… Al principio dudé bastante en publicarla, ya que es una bomba muy desagradable. La idea es buena, pero censurable: cualquier mujer que vea esto pensará que es una barbaridad; y sí, es demoledora e incorrecta, pero creo que es muy buena. Si alguien quiere destruir el libro a nivel mediático, apuntaría a ese gag y diría “mirad que mierda”, pero si no piensas a ese nivel, si crees que la idea es buena, pues sigues adelante. Y así hemos hecho, vaya. Tampoco es para escandalizarse… al contrario: es cuestión del nivel en el que te encuentres. Este tipo de ideas amplían el territorio, simplemente. Es curioso: últimamente, la gente se violenta por cosas que en los ochenta no les hubieran producido rechazo… es algo muy fuerte. Por algún motivo, ha habido como una involución.

 Todo debe ser políticamente correcto.

 Exacto, y eso es muy raro. Y ridículo, ya que si eres persona y sabes distinguir, eres consciente de que este tipo de ideas no causan daño. El loco siempre es el otro, ya sabes. Hay un gran miedo, en plan: “no entiendo esto, sólo entiendo que se están riendo de alguien”. No entran en ello, no quieren entenderlo y se quedan con la visión negativa. Por ejemplo, en este país, el peor insulto es «subnormal», porque si lo dices, todas las asociaciones se te tiran encima; pero si dices «retrasado» es incluso peor, porque te has salido del insulto y claramente estás tuneando la ofensa. Siempre habrá alguien confundido y jodido tratando de joderte.

 Tu particular declaración de principios sostiene que “en el humor no hay que tener contemplaciones con la moral”.

Exacto. Debes saber en qué contexto te encuentras y obrar en consecuencia siempre, pero como principio creativo, está muy bien no tener que aplicarte censura alguna. No es cuestión de tabús, sino de mero sentido común.

 Hervir un oso todavía está caliente, pero acabas de publicar un nuevo libro con Blackie Books.

Sí, se llama Ultraviolencia, un puto libro gordo sin proporción muy clara en el que rescato todo tipo de ideas y dibujos. Algo mucho más salvaje, no pensado para los seguidores de siempre.

 ¿El hermano feo y bruto de Hervir un oso?

Totalmente. No es tan atractivo y amable, pero es mucho más mío. He metido mucho esfuerzo y sacrificio ahí, algo que no va conmigo… soy muy vago, odio los plazos de entrega (Risas). Recopilar nuevas ideas a contrarreloj es difícil, ya que gran parte del trabajo se hace inconscientemente. Son estados que tú propicias, no es cuestión de suerte… no hay un canal lógico para lograr algo así. Así que te obsesionas y esperas que las ideas emerjan de un modo muy fuerte y raro. No sé si lo ves claro desde fuera, pero te aseguro que aquí dentro, en mi cabeza, la cosa tiene sentido. Más o menos.

ALBERTO DIAZ

FOTO: ALBERT MARÍN

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