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The Legendary Shack Shakers

La 2. Barcelona

El concepto redneck elevado al cubo. Así son los de Nashville. Como si se tratara de unos Drive By Truckers sufriendo los efectos de un mal viaje de ácido agarrando los tópicos del sur de los Estados Unidos en su más baja expresión. No hay romanticismo épico, ni caballeros sureños, ni bellas damas de Virginia, ni hermosos paisajes bañados por el sol. Lo suyo es pura esquizofrenia sonora surcada por predicadores locos, campesinos alcohólicos con una escopeta entre las manos, iglesias en llamas, camioneros grasientos, caminos de tierra, mujeres peligrosas y pollos corriendo descabezados.

 

Una montaña rusa en estado ruinoso trazando un vertiginoso trayecto que va desde el blues del delta a las polkas centroeuropeas, desde el punk cazurro hasta el country descacharrante, del brutal empuje del hardcore hasta el rockabilly más socarrón y el rock & roll más burlón. Todo ello a las órdenes del coronel J.D. Wilkes, un desquiciado vocalista de epilépticos movimientos que usa su sombrero, como un prestidigitador con las facultades mentales totalmente perturbadas, para trazar gestos absurdos en el aire insano de un hospital mental acompañado por sus compañeros de habitación. Puede parecer imposible que tamaña ecuación obtenga un óptimo resultado. Pero no estamos hablando de números matemáticos, ni de una ciencia exacta. Hablamos de música agreste dirigida a las entrañas. Y en eso, compañeros, son unos verdaderos triunfadores.

 

Manel Celeiro

 

Valiente trallazo de concierto nos soltaron los de Nashville. Y eso que la noche no pintaba bien. Una sala 2 de Apolo medio vacía, mientras la principal se abarrotaba para ver a unos Band of Horses en boca de todos, hacía que los presentes nos sintiéramos fríos. Eso sí, expectantes también. Porque ver al coronel J.D.Wilkes y compañía siempre es una experiencia. Los malos augurios mejoraron con el paso de los minutos y al final la sala presentaba un aspecto más que aceptable. Wilkes apareció puntual según la hoja de ruta. 21.30 horas. Ni un minuto más. Agarró un banjo y ya no paró hasta una hora y media después, convirtiendo a Johnny Cash o Waylon Jennings en uno de los Sex Pistols. Rebozando a Willie Nelson en música zíngara de los Balcanes. Fallando con maestría y acertando en un alto contenido de actitud elevada a su máxima expresión. Wilkes es un tarado pero es que para su música, como me dijo mi buen amigo y líder de Nu Niles Mario Cobo “si no haces eso te aburres”. El coronel no se aburrió. Y nosotros tampoco. Todo lo contrario. Quizá por eso cuando salíamos de la sala y oíamos los ecos de lo que estaba sucediendo en el piso de arriba, unos cuantos nos miramos y no pudimos evitar sonreír. Habíamos acertado.

 

Eduardo Izquierdo

 

Foto: Luis Lecumberry

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