Encuentros

Bettye Lavette y los clásicos ingleses

Este disco nació en el momento en que Bettye Lavette acabó de interpretar una canción. Eso sucedió, en concreto, la noche del 7 de diciembre de 2008 en el Centro Kennedy de Washington. Se celebraba entonces la gala anual homenajeando, en esa ocasión, a Morgan Freeman, George Jones, Barbra Streisand, Twyla Tharp y Pete Townshend y Roger Daltrey de The Who. Alguien pensó que sería una buena idea que Bettye Lavette cantase “Love Reign O’er Me”.

 

Dave Grohl, que interpretó aquella noche “Who Are You” (los otros artistas que participaron en el homenaje fueron Chris Cornell -“Won’t Get Fooled Again”-, Rob Thomas -“Baba O’Riley”- y Joss Stone -“My Generation”-) quedó conmocionado en la prueba de sonido. Antes de la gala, ya lo tenía claro: “Acabó de conocer a una dama llamada Bettye Lavette y os digo que va a robar la gala de esta noche”.

 

Fue el primero, pero no el último. Desde el palco donde se sentaban los homenajeados, Pete Townshend acabó llorando tras escucharla, comentando que había sido la mejor versión de una canción suya que había escuchado nunca. Y Barbra Streisand, sentada a su lado, le preguntó: “¿De verdad que esa canción la escribiste tú?” Desde luego, esa frase simboliza perfectamente cómo aquella noche Lavette había llegado a otro público, un paso más en el regreso más particular e insospechado de la última década iniciado cuando el coleccionista francés Gilles Petard recuperó para su sello un álbum inédito grabado por Lavette en 1972.

 

Aquella versión de “Love Reign O’er Me” suena hoy tal cual la hizo en directo como extra del disco Interpretations: The British Rock Songbook en el que Bettye recrea canciones de The Beatles, Rolling Stones, Led Zeppelin, The Animals o Pink Floyd. Y si esa interpretación sigue siendo lo mejor del disco, entonces es que la idea de su marido tras aquel mágico momento, puede que buena sobre el papel, se haya atragantado un tanto con la selección de las versiones y unos músicos que no parecen poner en ello tanta alma como la voz de la señora Lavette.

 

Hace cinco años te sorprendió mucho nuestra llamada para una entrevista, que hubiera interés por ti en España. ¿Cuándo te diste cuenta de que eso era una realidad que se extendía por todo el mundo?

– Fue como un proceso gradual que acabó por convertirse en toda una grata sorpresa totalmente inesperada después de un tiempo. Sabíamos que lo que estábamos haciendo merecía atención, pero son cosas que no dependen de ti. Necesitó un pequeño empujón para que empezara a despegar. Me alegro de que, tras ese tímido inicio, haya llegado a alcanzar algo más de reconocimiento que el que tenía a principios de la década e incluso hace cinco años, cuando se editó I’ve Got My Own Hell to Raise.

 

Desde entonces has actuado varias veces en España. ¿Qué sentiste?

         – Todo ha sido fantástico. La acogida del público siempre ha sido abrumadora. No sabíamos nada de España antes de ir ahí por primera vez, así que queríamos recuperar el tiempo perdido. Todo el mundo me trató como si me conociera desde hace muchos años.

 

Respecto al nuevo álbum, ¿fue idea de tu marido adaptar canciones de artistas clásicos ingleses?

         – Sí, fue idea de mi marido, Kevin Kiley. Se lo propusimos al responsable de mi sello Anti, Andy Kaulkin, y le pareció perfecto. Al mismo tiempo, los productores Michael Stevens y Rob Matthews, que habían contado conmigo para los dos momentos más importantes de mi carrera, lo del Kennedy Centre y mi actuación en la ceremonia inaugural de la Presidencia de Obama (cantando “A Change Is Gonna Come” en el Monumento a Lincoln), querían trabajar conmigo; cuando les comentamos la idea, estuvieron también de acuerdo.

 

Hace cinco años decías que tu marido ponía música a todas horas y que a veces tenías que pararlo.

         – Bueno, ha cambiado bastante (risas). Se ha involucrado tanto en mis asuntos y en llevar toda la parte de los negocios para mí que, aunque escucha música continuamente, ya no me molesta tanto con ello. Pero todavía es un entusiasta de la música y todo lo que escucha lo relaciona conmigo en todo momento.

 

¿Cuál fue tu reacción cuando te comentó su idea?

         – Sabía que era una buena idea pero yo no tenía ganas de investigar para escoger las canciones, aunque sabía que a él le atraía precisamente esa parte. Lo hizo, sí, y apareció con varios cientos de canciones de las que yo escogí las que formarían parte del álbum.

 

Entonces la selección es tuya.

         – Siempre lo hago yo.

 

¿Cuántas canciones de las que han acabado en el disco conocías o te eran familiares?

         – Siete me resultaban familiares porque habían sido enormes éxitos comerciales. Sólo conocía una de ellas, en concreto, “Don’t Let Me Be Misunderstood”, popular por la versión de The Animals, pero que yo conocía a través de Nina Simone, ya que en esa interpretación sí sonó en las emisoras negras.

 

Me imagino que no las conocías porque no sonaban en las emisoras que tú escuchabas. Sin embargo en los 60 hacías muchas canciones de The Beatles.

– Sí, “The Word”, la que abre el disco, no la hacía entonces, pero sí muchas otras. Tal vez las canciones de The Beatles fueran las que más sonaran en las emisoras de color en los 60, ya que eran las más adaptables por todos los artistas. Pienso, por ejemplo, que Tony Bennet no iba a hacer canciones de los Rolling Stones o Led Zeppelin. Las otras canciones que mi marido me trajo eran un reto: puede que sean clásicos, pero no standars que todo el mundo canta.

 

¿Se pensó en algún momento en grabar todo el disco en directo?

         – Es que no lo haría de otra forma. Me gusta escuchar las cuerdas como las que se grababan en Abbey Road a mi alrededor, tener a los músicos cerca… Podría haber sido grabado en directo frente a una audiencia, sí, pero al final decidimos hacerlo en el estudio con los músicos tocando al mismo tiempo e intentar dejar siempre la primera toma. Lo que yo no sabía es que iban a utilizar también la primera toma de mi voz. Yo simplemente acompañé a los músicos para que grabaran la música, pensando que tendría que hacer otras tomas, pero no fue así: se ha dejado la primera interpretación en todas las canciones.

 

La grabación fue muy corta, ¿no?

         – Sí, cuatro días. Los músicos saben leer las partituras y yo sé cantar, así que, ¿para qué más tiempo? Además, me aburre estar en un estudio.

 

Respecto a tu forma de encarar las versiones, has dicho que “el cantante que hizo un tema por primera vez no me intimida”. Démosle la vuelta a tu frase. ¿Deberían sentirse ellos intimidados por tu interpretación de sus canciones?

         – Bueno, yo diría que quien compuso esas canciones debería sentirse honrado porque alguien como yo las interprete. Cuando alguien escribe una canción no debería pensar en que va a ser el único en hacerla. Es como un diseñador que está orgulloso de que la gente utilice sus diseños. Respecto a los cantantes, no lo sé, porque hay algunos que son unos egocéntricos que piensan que su interpretación es la definitiva. En mi caso, especialmente con canciones que fueron escritas para mí y que yo hice por primera vez, siempre tengo curiosidad por saber cómo las hacen los demás.

 

“Cuando hago una canción no escucho o reconozco a otros cantantes”, has dicho. Supongo que también en esta ocasión ha sido así.

         – Bueno, no es exactamente así. Cuando escucho una canción, lo que me gusta de ella es pensar lo que yo voy a cantar. No escucho las canciones por sus cantantes, sino por la canción en sí. Si a alguien le gusta una canción, la compra; si a mí me gusta una canción, la canto. Es lo mismo.

 

“Tiendo a ser una cantante arrogante”. Me imagino que lo haces para que las canciones salgan ganando.

         – Bueno, lo que quiero decir es que no escucho a muchos cantantes y que no trato de emular a nadie. Creo que tengo mi propia voz, que no lo necesito (risas).

 

¿Cuáles de las canciones del disco han sido las que mayores retos te han supuesto?

         – (Se lo piensa un buen rato) Creo que no ha habido nada especialmente difícil, ni vocal ni musicalmente. El único reto fue hacer que las historias tuvieran que ver conmigo, que fueran creíbles, meterme en ellas, encontrar un significado en ellas para mí… Eso sí que representa siempre un reto.

 

En una reciente entrevista en nuestra revista Lee Fields aseguraba que Brooklyn es el nuevo Detroit, Filadelfia o Memphis para el soul del siglo XXI. ¿Estás de acuerdo?

         – ¿Lee quién? Lo siento, no lo conozco. Ya sabes que no escucho tanta música y no me gusta rodearme de músicos porque me aburren; sólo hablan de música. En cualquier caso, no estoy de acuerdo con lo que ha dicho. Todo está más fragmentado ahora y no tenemos una ciudad así, ni diría que todo el país esté mirando hacia Brooklyn para ver lo que pasa en el mundo del soul.

 

Imagínate que volvemos a 1967. Si pudieras elegir entre estar en Staxx o Motown, ¿qué elegirías?

         – Escogería Motown sin duda. Nunca me habían preguntado algo así. Es una de la mejores preguntas que me han hecho nunca, aunque parezca que no es importante. Y, desde luego, es una de las que más feliz me hace responder. Mi marido, que está sentado aquí a mi lado, me está amenazando con darme en la cabeza (risas). Él escucha mucho también todo lo de Staxx.

 

¿Y cómo ves a toda una generación de gente blanca como James Hunter, Eli ‘Paperboy’ Reed, Alice Russel, Mayer Hawthorne, Jamie Lidell o Jesse Dee haciendo soul?

         – No conozco a ninguno. Esperaba que nombraras a alguien que conociera. ¿Puedes repetirlos? Quizás me suenen un par. Conozco a Amy Winehouse, que está en todos lados, y a Joss Stone, que estuvo también en el concierto del Centro Kennedy. Hoy en día de cualquiera dicen que hace rhythm & blues, pero a mí me cuesta verlos así. Ni siquiera decían eso de Janis Joplin; se la relacionaba más con el rock. Encuentro que esos nuevos cantantes son todos más ‘pop’.

 

Para finalizar, me gustaría recordarte una verdad que tú misma has dicho: “No hay nadie de mi edad que no haya sido nunca una estrella que tengo un contrato en activo”.

         – Sí, y me siento muy aliviada. Creí que iba a morir absolutamente ignorada, arruinada. Muchos de mis contemporáneos se han vuelto multimillonarios, y ahora incluso pronuncian mi nombre con respeto y admiración. Que Elton John, Keith Richards o Ringo Starr lo hagan o que se me ponga finalmente al lado de gente que empezó al mismo tiempo o incluso después de mí es todo un reconocimiento. Todo un desagravio.

XAVIER VALIÑO

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Contacto: jorge@ruta66.es
Suscripciones: suscripciones@ruta66.es
Consulta el apartado tienda