Que Justin es bueno es algo que sabemos desde que esta casa le co-organizó la gira española de su EP debut, Yuma, en 2007. Que tal muestra de talento precoz devendría tarde o temprano en logros mejores es algo en lo que no hemos dejado de creer, incluso cuando se ha mostrado menos acertado, caso de sus dos siguientes elepés, The Good Life (2008) y Midnight at the Movies (2009). Pese a estos altibajos, disculpables, en todo caso, en alguien en período de formación, se olía que acabaría revelándose como un artista completo y así ha sido.
Harlem River Blues no es la obra maestra que algunos pregonan, pero sí deja claro que Justin ha madurado y apunta alto. Se acabaron las pruebas. Lo que hay aquí no son guiños a los Replacements, Mance Lipscomb o Townes Van Zandt sino canciones bien escritas y bien ejecutadas ─Jason Isbell le echa una mano en las seis cuerdas─ que trascienden el mero ejercicio estilístico para alzarse como realidades consolidadas. Nada baja del notable, pero tres cortes destacan por encima del resto. «Rogers Park», puro pop-rock de aires springsteenianos, trae a la memoria el The River más melancólico. El tema titular, una orgía de guitarras, Hammond B-3 y un coro casi de iglesia, funde rockabilly y gospel en una melodía de esas que te levantan de la silla. Y «Christchurch Woman», precioso medio tiempo en la línea de, pongamos, «You’re Still Standin’ There», es lo que pasa cuando el hijo iguala al padre o hasta le supera.
Jordi Pujol Nadal
