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Chris Pureka, The Bell House, NYC

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Probablemente el nombre de Chris Pureka sea desconocido para muchos. Yo, al menos, no lo había escuchado hasta hace relativamente poco, cuando buscando garitos de conciertos y bandas desconocidas me topé con ella por casualidad. Muchas veces me ocurre que paso por alto artistas y bandas que, con el paso del tiempo, resultan ser mi banda sonora durante semanas o meses. Pero esta vez, cuando vi su nombre, me di a la escucha inmediatamente.

Con cuatro discos y tres EPs a sus espaldas, esta flacucha de Portland acaba de sacar el sexto álbum, titulado “Back in the Ring”. Esta fue la excusa perfecta para su presentación ante el público congregado en Brooklyn en una noche de jueves. El lugar elegido se llama The Bell House y es una maravilla. No solo porque la tarta de manzana que sirven en el bar que precede a la sala de recitales sea una de las mejores que he probado en mi vida, sino porque el escenario y todo lo que le rodea es sencillamente perfecto. Y del sonido mejor ni hablar, ya que cada vez que recuerdo lo poco que se cuida esta cuestión en la madre patria me entran ganas de llorar.

Pues bien, allí nos reunimos unos pocos dispuestos a escuchar el folk profundo y nostálgico de Pureka. Rodeada de sus cuatro escuderas, salió al escenario con camisa blanca, corbata y sombrero, dispuesta a compartir una parte de lo que pasa por su cabeza en estos días primaverales. Con esa timidez que suele acompañar a muchos songwriters en los inicios de sus actuaciones comenzó agradeciendo el hecho de haber decidido pasar la noche junto a ella. Interpretó su último álbum casi al completo, sin ninguna estridencia pero con una finura y solvencia propias de alguien que lleva tiempo en esto y que cuida cada detalle. “Landlocked” y “Lowlands” prueban que Pureka lleva tocando la guitarra desde que era una niña y nos trasladó a los parajes silvestres de su Oregón natal. “Shipwreck” es quizá uno de los mejores ejemplos de su música y la banda la interpretó a la perfección. Y con “Damage Control” nos recordó, por si hiciera falta, que la vida no es sencilla. Su música suena a lluvia y a tierra mojada. A portazos precedidos de

enfados amorosos. A vasos rotos y a bourbon derramado. Alguien mucho más sabio que yo me dijo que las letras de la artista le recuerdan al Ryan Adams de Whiskeytown. A mí se me antoja más parecida al Ray Lamontagne primigenio. En cualquier caso, lo importante es que es capaz de llegar al corazón usando frases hondas sin estridencias. Tras el concierto, la tipa estuvo firmando discos y hablando con todo el que se le acercaba (¡qué costumbre tan sana esa de interactuar con el público que paga en la puerta!) y este servidor no se pudo resistir a llevarse el disco firmado.

Texto y foto: Pepe Maza

 

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