No me entusiasmaron en su paso por el festival Azkena. Me dieron la sensación de ser una banda con escasas tablas, demasiado principiante y con poca enjundia. Teniendo en cuenta el atenuante de que un gran recinto no es el marco más adecuado para ellos. Ayer noche en Rocksound la cosa mejoró bastante. En las distancias cortas su propuesta resulta más cercana y la proximidad resalta los matices de sus canciones. Esa imposible mezcla de trazos tradicionales, rockabilly, blues, americana, ligados con una orientación claramente pop, una actitud muy próxima a lo que se dio en clasificar como New Wave, cayó versión (descafeinada para mi gusto) del «Heart of Glass» de Blondie, y un sonido de guitarras muy deudor de las bandas surf de los sesenta llega a funcionar bastante bien por momentos pese a la frialdad con que los músicos abordan el concierto. Transmiten poco y solo la inocente presencia naif de Sallie intenta, cerveza tras cerveza, conseguir empatía con el personal. Personal, numeroso, que quedó encantado con lo que le ofrecieron los de Portland a razón de su reacción final. El abajo firmante se quedó entre dos aguas, hay algunas buenas canciones, material donde excavar y sacar algo de petróleo pero, de momento, todavía les falta ese plus que te hace pensar en ellos a la hora de mirar la estantería y sacar un compacto. Su juventud, divino tesoro, les concede el tiempo necesario para, por lo menos, seguir intentándolo.
Manel Celeiro
Foto: Sandro
